Acompañar, el nuevo camino para enfrentar la realidad
El pasado miércoles a la tarde ocurrió una pequeña y simple variación en los planes sobre cómo afrontar la pandemia actual. Ese cambio se originó en el centro de aislamiento Tecnópolis cuando el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, anunció el plan “Acompañar”. El programa consiste en conceder $500 pesos por día a las personas contagiadas de Coronavirus en su estado leve y/o asintomático, que decidan aislarse en los centros no hospitalarios formados.
Hasta ese momento la política del gobierno de “Todos” era completamente distinta. Ellos, el gobierno de científicos, eran los que nos iban a cuidar a nosotros los ciudadanos irresponsables, de esta pandemia que puso de rodillas a las grandes civilizaciones. “Quedate en casa ” era el slogan del gobierno. Si presumimos que todos los ciudadanos cumplimos la ley, el bellísimo consejo sería de carácter normativo y obligatorio. El 11 de Marzo, fecha anterior a la cuarentena obligatoria impuesta el viernes 20 del mismo mes, el presidente dijo en FM Delta 90.3; “No es voluntario, no es una recomendación; deberá hacerlo con las consecuencias que eso supone y si no lo cumple, estará incurriendo en un delito”. Ese mismo día también estableció: “Hay un artículo del Código Penal, el 205 si no me equivoco, que dice que será castigada una persona que por su actitud ponga en riesgo la salud pública. Este es el caso: una persona que carga con el virus y no se somete a la cuarentena”.
A medida que fue pasando el tiempo, el gobierno fue ajustando las tuercas en su discurso y siguió insistiendo en el paternalismo peronista, donde encontrar un enemigo es fundamental. Parecía que ese adversario no era más el virus sino los irresponsables e imprudentes que no cumplían sus medidas. Ellos eran la razón de la situación en la que nos encontrábamos y no los que estuvieron en la cabecilla durante los últimos 16 de 20 años. Por eso la política autoritaria y vaga de seguir con un modelo de cuarentena estricta y extensa prosiguió en nuestros tiempos. ¿Por qué y para qué apelar a la conciencia ciudadana, o fomentar a la protección mutua como valor social? ¿Por qué se decidió imponer falacias y autoritarismo protegido con el número de muertes? ¿Hubo un intento de poder garantizar los derechos constitucionales argentinos mediante protocolos por parte del gobierno de “Todos”? ¿Por qué no intentamos elevarnos como país y crecer como pueblo?.
Si la respuesta fuese denigrar a nuestra sociedad con pequeñas risas burlonas estableciendo que no estamos preparados para algo así, no sería un argumento con evidencia empírica. La ciudadanía entendió el mensaje en los primeros días. La sociedad, tan dividida, apoyaba en su mayoría al gobierno. Gran parte de la población entendía el riesgo y estaba consciente del peligro de lo que se avecinaba. Hasta los diarios opositores se unieron en la misma causa sacrificando sus portadas. Pero esa confianza fue pulverizada por el fuerte y constante miedo impuesto.
Así fue como, a medida que pasaba el tiempo, la realidad evolucionaba. En las dos fechas patrias más importantes hubieron marchas de confundidos, perseverantes reclamos al poder y así fue como nos introdujimos en una crisis social. Porque supongamos que la culpa completa de la situación económica de nuestro país no parte de las manos de Alberto Fernández, ni tampoco el virus en sí mismo. Lo que sí se le atribuye al exjefe de gabinete, es la destrucción total del pacto ciudadano. El pueblo argentino terminó de cortar ese pequeño hilo de confianza en el Estado. Esa confianza que este nuevo gobierno precisará por las situaciones que va a enfrentar en un futuro no muy lejano.
Por eso, tras el nuevo programa anunciado, se intentará retomar esa fundamental confianza ciudadanía-Estado. Es un cambio repentino el del Gobernador de Buenos Aires, ya que su municipio sigue en cuarentena obligatoria pero con baja eficacia. Esta medida constituye una devolución de confianza a los valores ciudadanos. Implica premiar a los “buenos” y “solidarios”. El gobernador dijo en el momento del anuncio: “Este programa es una medida sanitaria fundamental para la atención y aislamiento de pacientes leves de COVID, que reconoce que aquel que se aísla pierde algo, sacrifica algo, y entonces la Provincia le da un subsidio que permite compensar el esfuerzo con este acompañamiento”
Promover la solidaridad es algo fundamental. Pero la forma en la que se lleve a cabo puede ser un arma de doble filo. La idea de premiar al que haga un esfuerzo y se aísle de manera extrema, para reducir la cantidad de contagios, conduce en el camino correcto. Observamos desde casa, como forzar y presionar para que acatemos sin cuestionamiento a los inconstitucionales decretos, no funcionó. Nos dimos cuenta, tal vez mirando del otro lado del Río de la Plata, que se necesitaba generar conciencia y no miedo. El rol de padre protector no era digno de esta situación. Para esta pandemia necesitábamos el disfraz de socio.
El plan “Acompañar” se presenta en un momento delicado donde la conciencia va a ser fundamental para el futuro. Posiblemente sea una medida de coyuntura pequeña e insignificante. Además llega en un momento donde el sistema de salud va a ser vital que esté a la altura de las circunstancias. El gobierno dispuso de más de 100 días para organizar y preparar nuestro débil sistema sanitario que -seguramente- no dará respuesta suficiente. Por lo tanto, ocupar lugar con pacientes que no lo necesitan en su totalidad parece poco astuto, ya que el espacio es una necesidad con carencias.
Dar el volantazo en el tipo de políticas a llevar a cabo parece una utopía en un gobierno que sigue insistiendo en el temor y en su imagen de superioridad moral. Lo que la Argentina precisa es un bien que no cuesta demasiado dinero, sino un par de oídos. La Argentina necesita generar medidas correspondientes a la realidad. Necesita comenzar a utilizar la inteligencia para poder salir de esta crisis de escala ascendente. Debe opacar el narcisismo político e iluminar la realidad. Porque cuando no somos capaces de observar o incluso aceptar el problema, nunca vamos a poder definirlo y por lo tanto solucionarlo va a ser imposible porque no vamos a saber de qué se trata.
El gobierno debe aceptar la realidad y tratarla con honestidad. Porque en caso de que se niegue, no solamente va a tener una crisis económica y social sino que cargará con millones de víctimas por el Covid-19, que en el fondo serán un pecado de la mala gestión del gobierno de “Todos”.