AMIA: dos miradas
El Presidente de la Nación se refirió al vigésimo sexto aniversario del atentado como “una deuda que debemos saldar”. Como resulta habitual, a través de su cuenta de Twitter, usando un plural donde quedaríamos, como en el tango, “en un mismo lodo, todos manoseaos”.
En el atentado, señor inquilino de la Casa Rosada, hubo víctimas, ciudadanos argentinos que exigen verdad y justicia. En tono kantiano, aseveró: “la búsqueda de verdad y justicia es un imperativo moral que debe unirnos a todos contra la impunidad”.
Con esta manera de expresarse, parece que las víctimas y sus familiares, amigos, Comunidad, no entran en el “todos” porque estamos unidos desde siempre.
La Argentina, que existe como tal hace más de doscientos años, no ha sido refundada por los kirchneristas. La mayoría de los ciudadanos descendemos de inmigrantes de diversas culturas y etnias, que estuvieron siempre unidos. Y existe también, jurídicamente organizada bajo la Ley Suprema, la Constitución Nacional de la República Argentina, desde 1853.
Alberto Fernández la ignora, con cada Decreto de Necesidad y Urgencia. Por eso pide la unión, que ya existe, como un deber.
En cambio, desde politicos.com.ar le proponemos otra mirada. Menos autoritaria, de quien no se autoerige en faro moral de la nación sino en un ciudadano que, con la verdad, no ofende ni teme.
En su artículo “AMIA: 26 años de un silencio atroz”, el filósofo Santiago Kovadloff nos define como “un país hipotecado con la verdad. Con esa verdad que debería hacerse oír por boca de la justicia.”
De este modo, distingue claramente al ciudadano común respecto de la responsabilidad que asumen quienes gobiernan, quienes legislan y quienes juzgan. Ellos son los que deben estar unidos para representarnos, deliberar, controlarse unos a otros. Amparados bajo el sistema republicano de división de poderes, bajo el manto protector de la Carta Magna.
El rabino Marcelo Polakoff escribió palabras sabias que Ángel Mahler musicalizó en el viaje emocional Requiem Kadish, celebrado en el Teatro Colón en el vigésimo quinto aniversario del ataque. Este año pudo verse en la televisión la noche del 18 de julio, por La Nación +, y fue subido a YouTube en el canal del músico mencionado. Cada segundo del espectáculo es altamente recomendable.
Entonces la palabra no es un tuit. No es un cómodo reclamo que invisibiliza el dolor de quien sufre para desencarnarlo en un falso plural paternalista.
El rabino habla. Pide “vivir con Justicia en la Tierra para descansar en paz en el Cielo”. Kovadloff habla. Pide verdad. Pide responsabilidad.
“Lloremos, sí. Pero exijamos también. Una y mil veces hagamos oír la voz del corazón y la pasión por la ley y el derecho que no se rinden a la resignación. La Argentina seguirá teniendo un futuro clausurado mientras tenga un pasado envilecido por la mentira”.
Por eso le aseveramos, Inquilino, que no seremos su rebaño. Seguiremos siendo ciudadanos libres con la frente en alto y la Constitución Nacional en la mano. Lamentamos el fanatismo, el adoctrinamiento y sus consecuencias nefastas.
Estaremos presentes en la denominada “batalla cultural”, dando espacio a los que saben. Agradecemos la coherencia, la sensibilidad, la palabra que enriquece el alma.
Dice Santiago: “Los cómplices locales de Hezbollah, el órgano terrorista que concibió y ejecutó el atentado, siguen en libertad. ¿Qué libertad es esa? La que demuestra la impotencia de nuestra democracia para consolidarse y ser lo que debería ser. ¿Si los asesinos están libres, dónde están sepultadas sus víctimas sino en la subestimación y el peor de los desprecios? ¿Y esas muertes del 18 de julio de 1994 no nos están diciendo, con la humillación a la que siguen expuestas, que nuestras propias vidas son menos vidas porque se despliegan fuera del marco de la ley?”
Dice Santiago y lo interpela.
Porque no es ley un DNU. Porque no habrá tranquilidad entre cadáveres que nos interpelan como sociedad.
La Ministra de Seguridad Sabina Frederic, abrazada a Hebe de Bonafini, también por Twitter, no rinde cuentas de los muertos en democracia.
No entran en el «todos» presidencial Florencia Morales y Franco Maranguello, cada uno ahorcado en una celda en cárceles de San Luis; Luis Espinoza asesinado por la Policía tucumana; Lucas Verón, asesinado en González Catán; Facundo Astudillo detenido por la Policía y aún desaparecido.
Ella es parte del gobierno del Inquilino. Si tenemos que estar todos unidos contra la impunidad, será prescindiendo de quienes la practican. Mientras tanto, sentimos como el filósofo, que “La herida sigue abierta. La AMIA sigue estallando en pedazos. La Argentina sigue siendo, a 26 años de esta tragedia, menos que sí misma, insensible a su mejor pasado e incapaz de orientarse hacia su mejor futuro”.
Cada palabra de Santiago Kovadloff interpreta el laberinto para encontrar la salida. Marca rumbo en esta reflexión:
“¿Y qué diremos de la muerte de Alberto Nisman? ¿En la cabeza de quiénes sino de todos nosotros como nación estalló ese balazo que le arrebató la vida a un fiscal de la Nación empeñado en no traicionar la estatura moral de su investidura? ¿Es que habrá que resignarse a aceptar que ese crimen es el destino invariable de todo aquel que en este país se atreva a llamar delito al delito y traición a la patria a la traición a la patria?”
“No será así mientras sigamos convencidos de la necesidad de infundir consistencia cívica a nuestro dolor. No permitamos que ante el horror de lo sucedido prevalezca para siempre la idea perversa de que lo que pasó fue una tragedia exclusivamente judía. Fue esencial, medularmente, una tragedia nacional. El 18 de julio debe, por eso, ser día de duelo nacional.
No solo por los muertos sembrados entonces. También por los vivos que aún no sabemos ser”.