Breve historia del bastón, la banda y la marcha de Ituzaingó
Después de las elecciones del 22 de noviembre que consagraron a Mauricio Macri como el nuevo presidente de la Nación Argentina durante el periodo 2015-2019, y al margen de las idas y vueltas por la ceremonia de traspaso de mando, el que viene será un nuevo periodo constitucional democrático. Es por eso que hacemos un breve repaso histórico de aquellos atributos que se reciben el día de la jura: la banda y el bastón presidencial.
El bastón de mando construido por el orfebre Juan Carlos Pallarols carece en sí de efectos jurídicos, realizándose a los fines protocolares, enmarcando una tradición que se remonta al año 1868 en que se hizo por primera vez con Domingo F. Sarmiento como presidente. El primer mandatario, a pesar de la difundida creencia, no está obligado a restituirlo al dejar el cargo. Por ello y muchas otras razones, se manda a tallar un bastón diferente para cada período presidencial.
Los antecedentes del bastón de mando se encuentran en las primeras civilizaciones, siendo una analogía del cetro que usaban los monarcas europeos junto a los virreyes y alcaldes coloniales hasta la primera década del siglo XIX en lo que hoy es territorio argentino. La primera regulación surge en 1932 durante la presidencia de facto de Agustín P. Justo; allí se establece su diseño: debía ser de madera (preferentemente malaca barnizada). El puño, por su parte, tenía que ser de oro (18 kilates y 8 centímetros de longitud). El mismo debía contener el escudo nacional argentino esmaltado. El regatón final al otro extremo también debía ser de oro, al igual que la empuñadura.
Como anecdotario, se destaca el año 1982, año en que asume Raúl Alfonsín. Ese año, a Juan Carlos Pallarols se le encargó realizar un bastón presidencial de tipo europeo con caña de malaca, esmalte y borlas. El orfebre propuso entonces cambiar el diseño por otro más adaptado al país, de plata y con una guarda con cardones, cada uno representando una provincia, y tres ramilletes simbolizando las Islas Malvinas. A pesar de que la propuesta fue rechazada, la madera se comenzó a confeccionar. Alfonsín, ya electo presidente, se enteró del asunto antes de asumir, y lo llamó a Pallarols explicandole que una vez que asumiera usaría su bastón; previamente nada podía hacer porque la ceremonia de entrega del bastón la organizaba el gobierno saliente de facto. Luego de la asunción, donó el que le había entregado Bignone y usó el de Pallarols.
En cuanto a la banda presidencial (que es aún más antigua que el propio bastón de mando), se puede decir que es regulada por el art. Nº 4 del Decreto 10302/1944. Tal decreto dice:
La Banda que distingue al Jefe del Estado, autorizada por la Asamblea Constituyente en la Reforma del Estado Provisorio del Gobierno del 26 de enero de 1814 y alcanzada por la distinción del 25 de febrero de 1818, ostentará los mismos colores, en igual posición y el sol de la Bandera Oficial. Esta insignia terminará en una borla sin otro emblema. Tanto el sol como la borla serán confeccionados con hilos, con baño de oro, de óptima calidad y máxima inalterabilidad en el tiempo.
El ancho total es de 30 cm. Siendo cada hoja de 10 cm de ancho, se realiza en una sola pieza de tela hecha en celeste y blanco. Asimismo, previo al decreto de 1944, existieron diferentes modelos de banda presidencial. Algunos de éstos con el escudo nacional en lugar del sol de mayo.
El origen de las bandas presidenciales que usan los presidentes de toda Latinoamérica surge de las que lucían los gobernadores españoles como parte de sus condecoraciones, que eran de color blanco y azul, como es el caso de la banda bicolor de la Orden de Carlos III. Ésta se replica bastante en la bandera enarbolada por Manuel Belgrano que aparece en el interior del propio Escudo Nacional.
Hay también un tercer atributo en discordia: «La marcha de Ituzaingó»: su partitura fue escrita por Pedro I, emperador del Brasil, como festejo anticipado del triunfo de una batalla en la que terminaron venciendo las Provincias Unidas.
Esta música cuenta con una curiosa historia, que se remonta a los tiempos de las Provincias Unidas del Río de la Plata y la Banda Oriental (por ello aunque la partitura la redacte el emperador de Brasil, el presidente argentino puede usarla). Antes de su declaración como estado independiente, el territorio del actual Uruguay fue objeto de peleas entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil; el Imperio Británico no estaba de acuerdo en que ambas orillas del Río de la Plata quedaran bajo una misma jurisdicción.
En ese entonces, las tropas de Artigas, querían la independencia para evitar así quedar bajo el control de un gobierno central ajeno. En este punto, los triunfos militares fueron decisivos en esa contienda. La primera, en febrero de 1827, cuando el Almirante Brown derrotó a la flota brasileña en Juncal. La segunda, fue la resonante victoria de Alvear sobre el ejército imperial en Ituzaingó.
Desde ese momento, la Marcha, se convertía en atributo presidencial sonando en los actos oficiales. Entre 1946 y 1959, fue sustituida por la “Marcha de San Lorenzo” como atributo presidencial, cuando un nuevo decreto restituyó la de Ituzaingó a su lugar histórico; sin embargo, durante el siglo XX ha caído en gran desuso.
En toda la historia argentina hubo 59 presidencias (que albergan a 52 presidentes, ya que cinco de ellos fueron reelectos de forma consecutiva: Perón, Menem y Cristina; y de forma no consecutiva Roca e Yrigoyen); 3 murieron durante el cargo por causas naturales (Manuel Quintana -1906-, Roque Sáenz Peña -1914- y Perón -1974-); 6 fueron derrocados por golpes militares (Hipólito Yrigoyen-1930-, Ramón Castillo -1943- , Perón -1955-, Arturo Frondizi -1962-, Arturo Umberto Illia -1966- y María Estela Martínez de Perón -1976-); 16 fueron presidencias de facto y 2 ejercieron el cargo, pero no con el título de presidente (Ramón Puerta y Eduardo Camaño en 2001). Habrá que esperar para saber en que lugar coloca la historia a Mauricio Macri.
A propósito de la Marcha de Ituzaingo, podés escucharla completa en el siguiente link: