‘Brexit’, o el capricho vuelto realidad

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Hacia enero de 2013, David Cameron anunció que un referéndum sobre la permanencia —o no— del Reino Unido en la Unión Europea (UE) tendría lugar dos años después, siempre y cuando el Partido Conservador triunfase en los comicios parlamentarios. El auge de la formación ultraderechista UKIP, así como la existencia de un importante grupo euroescéptico al interior de las filas tories, ponían en riesgo la continuidad del primer ministro en el Gobierno.

Sin embargo, las últimas elecciones generales brindaron a los conservadores una mayoría absoluta de los escaños que hacen a la Cámara de los Comunes, y el político londinense fue confirmado en su cargo. A esa hora, amplios sectores recordaban la promesa hecha tiempo atrás, y desde un primer momento insistieron en la realización de la consulta, efectuada el 23 de junio último.

Se sabe, triunfó la postura de abandonar la Unión, provocando un fuerte desplome accionario; la pérdida de valor del euro y la libra frente al dólar; y la dimisión de Cameron, a tener efecto recién en septiembre. Aquello que nació con una jugada proselitista se tradujo en los hechos, afectando a toda una generación de jóvenes cuyas vidas parecían estar vinculadas al Viejo Continente de manera inexorable.

Una pregunta que dividió a la sociedad

Pocos meses antes de la votación, el premier británico negoció con los miembros del Consejo Europeo un acuerdo por el cual se brindaba a Gran Bretaña más beneficios políticos y económicos a cambio de menores costos, originándose un entendible malestar en los otros veintisiete Estados de la comunidad. Teniendo esta carta bajo la manga, los sectores conservadores europeístas pensaban calmar el creciente insularismo adoptado por algunos de sus colegas en el Parlamento.

No obstante, la crisis económica y el arribo de refugiados ya habían provocado enojo en los sectores poblacionales más humildes, los cuales consideraban injusto pagar grandes sumas de dinero para salvar a otras naciones, teniendo como contrapartida la existencia en suelo británico de inmigrantes beneficiados por las difusas fronteras que hacen a la UE.

Los sectores políticos más intransigentes —ya fuesen de izquierda o derecha— comenzaron a mostrarse como aquellos que realmente entendían a los ciudadanos de a pie, estrategia útil a la hora de difundir una ideología aislacionista. En tanto, las alas moderadas de los partidos Conservador y Laborista, defensores de la permanencia en la Comunidad Europea, hicieron una inútil campaña negativa, sin propuestas.

Como pudo observarse en sondeos a boca de urna, los británicos de bajos recursos y edad avanzada estaban dispuestos a apoyar la salida de la organización supranacional, mientras que las clases medias y altas, así como gran cantidad de jóvenes, favorecían la continuidad en su interior. Dicho de otra manera, las áreas rurales y semiurbanas se contraponían a las grandes ciudades.

Consecuencias originadas por el ‘Brexit’

Luego de la renuncia de Cameron, inició una etapa de fuertes luchas al interior de las filas oficialistas, que deberán elegir a un nuevo primer ministro. Asimismo, varios diputados del laborismo evalúan reemplazar a Jeremy Corbin en su puesto de líder de la oposición, al considerar que no hizo suficientes esfuerzos por mantener el statu quo.

A nivel territorial, otros problemas surgieron. La ministra principal de Escocia indicó que propiciará el bloqueo de toda iniciativa legal tendiente a materializar los resultados de la votación, basándose en que la misma no fue vinculante. Además, evalúa el llamado a un nuevo plebiscito independentista, dado el amplio porcentaje de sus conciudadanos que eligió la permanencia en la UE.

La moneda fue lanzada, y quien sea el nuevo inquilino del Número 10 de Downing Street deberá activar el proceso para que Gran Bretaña ya no sea parte de un esquema internacional al que se sumó en 1973. Si la administración londinense prefiere tomar las cosas con cierta calma, el conjunto de líderes encabezado por Angela Merkel pugna por una rápida salida.

Llegado ese momento, más de cuatro décadas de historia habrán sido desperdiciadas por un capricho electoralista.

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