Cambio y Continuidad: La interpelación moral del electorado
En estos tiempos de campaña electoral, con elecciones a cada domingo y con la vista puesta en la contienda más importante por la presidencia de la nación, vemos cómo el discurso de los candidatos mejor posicionados va instalando un rumbo en la mente de los electores del que no habrá tiempo para arrepentirse.
La palabra “continuidad” fue forjando su destino dentro de los potenciales votantes y hoy ya es un emblema, una carta de presentación, un rumbo difuso que marca una forma de entender la política y la gestión, pero no es transportable a medidas concretas de cara al futuro. La palabra “continuidad”, quizás represente a Néstor con Lavagna, o Lousteau con la resolución “125”, o el cepo al dólar en defensa de los “intereses nacionales y populares». Las continuidades pueden ser muchas, pueden ir por muchos caminos.
La otra palabra es “cambio”, un concepto que implica también muchos matices, que pueden incluir desde la salida del cepo, apostar al productivismo, buscar eficiencia en la gestión, proyectar la creatividad de la ciudadanía, resolver los problemas con menor carga ideológica, intentar vivir mejor, apuntar a ser el supermercado del mundo y sacar a pleno todo nuestro potencial.
Las dos palabras descriptas en los párrafos anteriores son visiones subjetivas, es lo que puedo interpretar de lo que veo. Pero esta es sólo mi visión. EL elector al igual que lo hice yo, tendrá que llenar con contenido las burbujas que éstas palabras proponen, éstas palabras no las propuso la campaña, éstas palabras las propuso la sociedad en la campaña, es decir que no se le ocurrió a ningún asesor, son conceptos que empezaron a rodar y hoy ya no tienen vuelta atrás. El voto, es después de todo un hecho moral, es un acto esencial que debería reabrirnos muchos debates, es una interpelación hacia nuestro ser más íntimo. La campaña 2015 y su discurso, nos interpelan en nuestra intuición. Esto es tarea para el hogar, es tarea para nuestra conciencia.
Esta situación nos hace más soberanos que nunca, nosotros llenamos la burbuja de contenido. Detrás del escudo de éstas palabras vacías están los sueños de todos; sueños de grandeza, de hidalguía, de progreso genuino o están los sueños pacatos, sin alas, que nos aseguran una mínima cuota de tranquilidad, una tensa estabilidad, con un presente confuso y contradictorio. Daría la sensación que se enfrentan el sueño mezquino de cuidar sólo lo nuestro y el sueño de todos, el más largo, el que pasa por los sacrificios para obtener el premio mayor. Si algo es cierto de todas las frases de campaña es que: “el futuro es nuestro”.