Campaña 2015: «una imagen vale más que mil programas»
Luego de las PASO de agosto, los candidatos presidenciales confirmados para octubre se dedicaron de lleno a sus campañas electorales, construidas por expertos en marketing político, asesores de imagen, consultores, intelectuales y colaboradores de todo tipo, con mucha experiencia en este tipo de cuestiones y presupuestos más que generosos.
Las campañas electorales que pudimos ver entre las PASO y las elecciones generales de este domingo pasado, fueron bastante prolijas, con discursos bien armados y concretos, propuestas para todos los gustos, mucho debate entre los candidatos, publicidades electorales novedosas y audaces, y, sobre todo, con captación de la atención del electorado que, mientras tanto, siguió con su vida cotidiana.
Lamentablemente, estoy faltando a la verdad, ya que muy poco o nada de esto ocurrió. Es lo que todos hubiésemos esperado, de unas elecciones tan cruciales para nuestra historia reciente: asistir a y ser protagonistas de una campaña electoral que marcara un antes y un después, como suele pasar con las que ocurren en los Estados Unidos. Sin embargo, asistimos a una campaña electoral por demás mediocre, gris, bastante previsible, sin muchos anuncios concretos y con candidatos que no brillaron con sus propuestas. Por demás, fuimos abrumados con anuncios televisivos y radiales de los candidatos, que se repetían constantemente cual contestador automático, y el anuncio más creativo se terminaba mezclando con el más aburrido, anulando la capacidad de atención del receptor, o sea, del votante.
Podemos decir que los candidatos priorizaron más su imagen y lo que querían decir, o sea la emisión, por sobre lo que el electorado quería escuchar o ver, o sea la recepción. A esta desconexión que hubo entre emisor y receptor, le tenemos que agregar la ridícula modificación a la ley electoral que hizo el gobierno de Cristina Kirchner en 2009, que a costa de los anunciantes privados nos inundó, por radio y televisión, de spots, en su mayoría bastante malos y aburridos, que lo único que hicieron fue saturar a la opinión pública, que no pudo obtener un claro mensaje acerca de lo que los candidatos decían en sus propuestas. Ridículo, no tanto por la calidad de los spots emitidos sino porque candidatos que apenas iban a sacar el 2% o el 3% de los votos tuvieron el mismo espacio que los que estaban en la “pole position” (léase Scioli, Macri y Massa). Un verdadero disparate, justificado en una supuesta igualdad de condiciones entre partidos más grandes y más chicos, que en ningún país del mundo ocurre.
Lo positivo de la campaña fue que todos los candidatos pudieron decir lo que querían, tanto en los diferentes medios de comunicación como en la calle, donde asistimos a todo tipo de volanteadas, timbreos, charlas en distintas plazas y esquinas del país, y demás actividades partidarias, cosa que viene a consolidar la democracia y la participación necesaria de la ciudadanía en los asuntos públicos. Si bien hubo muchos ciudadanos que miraron de reojo la campaña y hasta hubo cierta apatía, los que se dedicaron de lleno a ella podrán recordarla como una de las más intensas, dado lo extensa que fue y la incertidumbre del resultado hasta el final. Todo esto, sin contar que asistimos al primer debate presidencial de la historia, que fue medianamente interesante e implicó un grado de compromiso asumido por cinco de los seis candidatos presidenciales (no vale la pena mencionar al que faltó), que esperemos se repita con mayor contenido, con repreguntas y con un tiempo de discusión libre entre los candidatos (tal cual sucede en muchos países de América Latina, EEUU y Europa).
Por lo pronto, les dejo algunas breves impresiones sobre las campañas de los seis candidatos:
Scioli: La campaña que vimos en los medios de comunicación no tuvo mucho vuelo, se dedicó a repetir un par de consignas típicas del ideario sciolista (fe, esperanza, optimismo) mezcladas con las del ideario kirchnerista (no volvamos atrás, construyamos sobre lo construido, mantengamos las conquistas). En definitiva, se notó una campaña hecha y pensada para el votante kirchnerista y no apuntó a sumar voto independiente o indeciso.
Macri: La del candidato del Frente Cambiemos, fue una campaña casi brillante desde lo estético pero pobre en contenido. Se mostraron imágenes cotidianas de Macri hablando con distintos vecinos del país, cual “road movie”, pero se recuerdan pocas propuestas concretas que haya hecho en los spots publicitarios. La campaña en la vía pública sí tuvo más contenido propositivo y, a lo último, Cambiemos decidió sumar a los spots a Vidal y Michetti, para que Macri no fuera la única figura a considerar.
Massa: Quizás fue la campaña más audaz y propositiva. Propuestas concretas y efectistas, donde el candidato del Frente Renovador fue acompañado en los spots por figuras de su partido, como De La Sota y Lavagna, que le dieron contenido a su discurso político mediático. Quizás, correr desde atrás motivó esa campaña audaz.
Stolbizer: Una campaña que brilló por su ausencia. Sólo se recuerda una Margarita y su apelación a la negativa (no votes por mí, vota por…), contradiciendo todos los manuales escritos sobre campañas políticas. Los dotes de oradora de Stolbizer fueron desaprovechados, en una campaña que tuvo poca visibilidad.
Del Caño: Fue la típica campaña de la izquierda argentina. Propuestas contundentes y antisistema, actores bien “under” interpretando a pobres trabajadores explotados y cansados. Se mantuvo fiel a lo que se espera de un candidato trotskista.
Rodríguez Saá: Una campaña anclada en los ’80, con imágenes del país y de sus habitantes como forma de llamar la atención de los votantes, por su simplicidad y empatía. De lo más deslucido que se recuerde.
Las elecciones del domingo 25 de octubre arrojaron resultados sorprendentes y definieron a Daniel Scioli y Mauricio Macri como los dos candidatos de los cuales saldrá electo el próximo presidente de la república en el balotaje que se celebrará el 22 de noviembre. Los argentinos deberemos volver a expresarnos en las urnas.