La consistencia y solidez del gobierno de cara a las elecciones

Llegamos al mes de mayo y nuevas esperanzas se posan sobre el país. Los brotes verdes amagan con llegar y las fuerzas políticas comienzan a sacar las primeras conclusiones del año.

Del lado del oficialismo, se percibe un cúmulo de fe y optimismo. Del lado opositor, insisten en señalar que nada de lo que se prometió hasta ahora ha tenido su materialización en los hechos. El oficialismo ve el panorama económico actual como alentador y un signo de que tiempos mejores se avecinan. Los opositores, con el Frente para la Victoria a la cabeza (y el Frente Renovador con Sergio Massa un poco más rezagado), sostienen convencidos que el “modelo” del gobierno demostró su fracaso y que, por lo tanto, es necesario un cambio de rumbo.(1)

La interpretación que desde mi punto de vista más se acerca a la realidad se encuentra a mitad de camino: si bien es cierto que los resultados de las reformas económicas emprendidas por el gobierno nacional no son contundentes, lo cierto es que el país está mejor que el año pasado y que la economía se ha estabilizado para entrar en un proceso de crecimiento bajo pero sostenido.

Hay que decir que este proceso de cambio (que se manifiesta en lo que se dio a llamar “el gradualismo”) sigue en marcha en este mismo momento. Uno de los interrogantes que se plantean, a falta de un plan de estabilización a la clásica, es el de en qué momento el conjunto de medidas económicas (y financieras) que se han venido tomado desde principios del año pasado llegará a su fin.

Desde el gobierno anuncian que una reforma impositiva integral se avecina para después de las elecciones generales. Todo parece indicar, teniendo en cuenta el persistente peso del Estado en la sociedad argentina, que un proceso de reestructuración estatal -más ambicioso- va a tomar forma. No se sabe a ciencia cierta si se tomarán otro tipo de medidas (léase, profundas e integrales) con el objetivo de acelerar el crecimiento y asegurar la sustentabilidad del “modelo” para este año y los que vienen.

Sea como fuere, hay que decir que esta forma de gestionar la política económica presenta, al parecer, algunas particularidades. Usualmente, desde una perspectiva histórica, a los ciclos del populismo en Argentina le siguió un período de estabilización con un plan coherente y abarcador que lo respaldó previamente. En este caso, no existió tal cosa, o al menos no hasta ahora.

La falta de un plan de estabilización coherente y comprensivo dificulta en cierta manera la convergencia de expectativas y acciones entre los actores políticos y económicos.(2) El “ajuste” o shock se ha evitado, pero con el costo de prolongar en el tiempo el proceso de toma de decisiones que se requiere para terminar de levantar la economía.

La falta de certezas a futuro puede ser, a su vez, un argumento utilizado por la oposición para sacar provecho político-electoral y así profundizar las dudas respecto al rumbo del país y el desempeño del gobierno. Sin ir más lejos, hace pocos días, el ex candidato a presidente por el Frente para la Victoria en las últimas elecciones, Daniel Scioli, afirmó no inocentemente que «la segunda etapa de Macri tendrá privatizaciones».

Esta situación, como deja en claro la frase del ex presidenciable, adquiere relieve debido a la cercanía de las elecciones. En un escenario pre-electoral los candidatos buscan diferenciarse entre sí y una buena manera de hacerlo es criticando y confrontando con el adversario. Vale recordar que las críticas en relación a la falta de coordinación y coherencia en la política económica se hicieron presentes tiempo atrás a raíz de dos cuestiones que se suman a las que mencioné: la abundancia de ministros encargados de tomar decisiones en el área económica y la dificultad del Banco Central para coordinar esta política con los ministros. En ausencia de una coordinación eficaz, este problema a nivel del gobierno podría repercutir negativamente en la sociedad.(3)

Las dudas respecto a la sustentabilidad del rumbo que eligió el gobierno, desde una perspectiva económica pero también política, tienen su razón de ser, además, en la herencia recibida del gobierno anterior y en la insuficiencia, para muchos analistas, de las políticas implementadas hasta la fecha.

Entre las cuentas pendientes que señalan los consultores y analistas económicos más importantes están, además de la reforma fiscal integral, medidas que hagan la economía doméstica más competitiva, la reducción del abultado déficit fiscal y una mayor apertura al mundo, principalmente en lo que se refiere al comercio exterior (4). Estos puntos complicarían un tanto la recuperación de Argentina en un contexto mundial difícil.

Desde el lado estrictamente político, agregaría algunos más, como la ausencia de una mesa de diálogo y consenso por fuera del Congreso con los partidos políticos como interlocutores que emita señales claras hacia adentro y hacia afuera, la falta de un pacto económico y social (como se hizo en países como España e Irlanda y que ayudó a ambos a salir de sus crisis en décadas pasadas) y la relativa falta de coherencia en el discurso de gobierno.(5)

Este último debería, a mi juicio, alinear un discurso moderado, republicano y de tolerancia para con la oposición. Fijando los límites democráticos que sean necesarios. Por el contrario, un discurso que busque confrontar y polarizar el escenario político podría aumentar las chances electorales del gobierno en octubre, pero poner en peligro la identidad de Cambiemos como fuerza política, producir un retroceso institucional y generar costos muy altos que podrían ser aprovechados por sus oponentes en un futuro no tan lejano.(6)

El gobierno parece tener muy en claro los objetivos pendientes, pero las restricciones políticas y financieras dificultan el juego político.  Así las cosas, las políticas que nombré harán probablemente su aparición en escena en algún momento, pero llegado ese momento no es tan claro qué efectos tendrán.

Las elecciones primarias del 13 agosto anticipan una dura “batalla” entre oficialismo y oposición en varios distritos clave. Es por eso que el gobierno tendrá en el interregno una gran oportunidad, una que no tuvo en las últimas elecciones: diseñar una carta de presentación atractiva y seductora para el electorado que disipe al menos transitoriamente las dudas sobre la viabilidad del “modelo” en las urnas.


  1. El jefe del bloque del Frente para la Victoria en Diputados, Héctor Recalde, dijo hace unos días: “Ojalá cambien en cuestiones de Estado, este es un modelo con el que no estamos de acuerdo. Incluso en relación a Derechos Humanos hay concepciones distintas.»
  2. Hace pocos días, el ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, señaló que “un buen plan de estabilización y desarrollo” influiría favorablemente en los agentes económicos.
  3. La supuesta falta de coordinación es una frase de moda, pero hay que probarla en los hechos.
  4. Las importaciones siguen en un nivel muy bajo. La economía argentina, como deja en claro un informe reciente elaborado por la consultora Ecolatina, sigue siendo una de las economías más cerradas del mundo. Despeja, así, los supuestos fantasmas generados por una “ola importadora”. http://www.infobae.com/economia/2017/04/10/ecolatina-la-economia-argentina-es-una-de-las-mas-cerradas-del-mundo/
  5. Algunos de ellos ya los señalé en anteriores artículos. En éstos también hice mención a la posibilidad de formar un gabinete multipartidario con ministros que respondan a sus partidos en el Congreso con el fin de generar consensos en relación a las nuevas reglas del juego.
  6. Al igual que con la transparencia, con las instituciones pasa lo mismo: cuando se transforman en promesas de campaña y se levantan como banderas en el ejercicio del gobierno, su observancia suele ser mucho más estricta que en casos no análogos. El gobierno ha hecho muy bien los deberes en el 2016, tanto en el Congreso como fuera de él.

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