Debate presidencial: repercusiones de un evento histórico
Estamos a casi una semana de un hecho histórico para la política Argentina. Algo tan normal y, a la vez, fundamental para el fortalecimiento de la democracia como un debate, era algo inédito en las primeras líneas de la política nacional.
Un poco por miedo, otro poco por incapacidad y muchas veces porque no conviene, la contraposición de ideas entre los candidatos presidenciales parecía algo inalcanzable en la Argentina. En un país donde marketing mata propuestas, para los candidatos resultaba poco interesante mostrarse con sus pares, especialmente si los números le eran favorables. Sin embargo, en un escenario político de extrema paridad, la necesidad de la gente de conocer a los postulantes se hizo cada vez más fuerte y, por primera vez en la historia, los candidatos (casi todos ellos) supieron escuchar.
Luego de arduas negociaciones y variadas reuniones entre los equipos de campaña, la ambiciosa propuesta fue tomando forma y, tras la confirmación de todos los candidatos, se definió fecha y lugar para el histórico evento.
Se proyectó un debate cuidado, extremadamente planificado. El espacio para el cruce entre los candidatos fue mínimo, y si bien los pedidos de los equipos de campaña limitaron la verdadera contraposición de propuestas, todos los candidatos supieron presentar sus ideas y responder a preguntas picantes que abordaban temas de extremo interés para la gente. Más allá del cuidadoso entorno, no les fue fácil. La exposición era total, y mientras algunos no tenían nada que perder, otros se jugaban todo. Posiblemente el que más difícil la tuvo fue Mauricio Macri. Con todos los candidatos “corriéndolo” desde atrás, el candidato del debate con más votos en las PASO (y el mejor proyectado para las elecciones del 25 de octubre, sin contar a Scioli, que no participó) tenía mucho que perder. No obstante, esa presión no se hizo notar, logrando un desempeño mucho mejor que el esperado por la mayoría. Sergio Massa, por su parte, hizo gala de su gran manejo del show político, generando el momento con más repercusión del debate con su pedido de unos segundos de silencio y mostrando con exagerada firmeza sus famosas propuestas en seguridad.
Los otros tres candidatos jugaron desde una posición distinta. Sin nada que perder y con todo para lucirse, quién pareció haber aprovechado ese lugar fue Margarita Stolbizer. La candidata por Progresistas aprovechó cada oportunidad que tuvo para lanzarle incómodas preguntas a sus contrincantes. Los otros dos candidatos, Nicolás Del Caño y Adolfo Rodríguez Saa, fueron claramente los de peor desempeño. Mientras que al candidato de los puntanos se lo vio deslucido y sin la fuerza que lo caracteriza (o lo caracterizaba), el representante de Izquierda mostró ciertas falencias a la hora de expresar sus ideas, se lo vio notablemente nervioso, titubeante y estuvo lejos de las expectativas que siempre genera un candidato de Izquierda en este tipo de eventos.
Un atril vacío en el debate
El candidato oficialista no estuvo. No se animó a ser parte de un evento histórico (Entendible después de verlo pasar vergüenza en algunos canales de TV) y le faltó el respeto a la gente. Posiblemente no tenía nada que decir. No tiene propuestas, no hay prácticamente ningún punto destacable en su gestión y sabe que, mostrándose, pierde votos.
Si bien la presencia en un debate no define nada, me genera cierta incertidumbre pensar que un político incapaz de presentarse en un debate sea el próximo presidente de nuestro país.
Espero que la barrera que se rompió haciendo este debate, no se reduzca a un evento aislado y sea sólo el principio de una nueva forma de hacer política, el principio de un cambio que tenga a los políticos más cerca de la gente y a las propuestas como protagonistas. Y la próxima, vayan todos, no tengan miedo.