La Democracia en Peligro

La democracia es, por definición, democracia liberal. Es decir, y parafraseando a Sartori, es
una entidad compuesta por dos elementos: la libertad de las personas (liberalismo) y su
participación en el poder (democracia). El primer elemento refiere a la protección del
pueblo contra una tiranía, y el segundo refiere a quién es el verdadero dueño de la
soberanía (los individuos).
La democracia es democracia liberal porque el liberalismo entiende que el poder debe ser
limitado y racional. Y es que cuando el poder está sujeto al Derecho, existe un Estado de
Derecho. El caso contrario sería que el poder no se subordine al Derecho, y por lo tanto su
ejercicio dependa de la voluntad de una persona. En ese caso, se daría un Estado
absolutista o tiránico. Es así, entonces, como el Estado de Derecho se transforma en la
característica principal que debe primar en un Estado para que exista la Democracia. Y
este Estado de Derecho se compone de varias características: el imperio de la ley (poder
político supeditado al derecho), división de poderes del Estado (para dividir tareas,
legitimidades, y asegurar el control mutuo), el reconocimiento de derechos
fundamentales de las personas ante los poderes públicos (para asegurar libertades frente
al ejercicio del poder), un Poder Judicial que vele por los derechos subjetivos y supervise
los actos de los otros Poderes, y un control de la legalidad de los actos públicos.
Pero el Estado de Derecho tiene muchos enemigos, siendo uno de los más peligrosos el
populismo, y los líderes que lo pregonan.
Como afirma Ángel Rivero, “…el populismo es una forma de crítica a la democracia que
utiliza para su articulación la apelación a una democracia superior a la existente.”(…)
“Puesto que el populismo es un ataque a la democracia utilizando sus –propias- armas,
detrás de él se encuentran con frecuencia movimientos que utilizan este recurso para
enmascarar su enemistad contra la democracia…” 1 .
En un contexto en el que la sociedad puede sentirse frustrada con la democracia por no
alcanzar determinados niveles económicos, o por no poder erradicar la corrupción, o ver
vulnerado alguno de sus derechos, los políticos populistas aprovechan esta desazón de la
sociedad para culpar a sus contrincantes y “vender” una democracia ideal, en la que todos
los problemas serán solucionados y “el pueblo” será beneficiado, por medio de la acción
de un líder, que es portavoz de la justicia y de la verdad.
Una vez en el poder (enumerando las características del líder populista que nos
proporciona Enrique Krauze en su “Decálogo del Populismo”), los populistas usan de
modo discrecional los fondos públicos, porque la burocracia estatal es un obstáculo para
su “redistribución de la riqueza”, y reparte los recursos estatales (de todos los pagadores
de impuestos) de manera arbitraria -a cambio de obediencia-, alienta el odio de clases y
desprecia el orden legal. El populismo atenta y, en último término, cancela las
instituciones de la democracia liberal. El populismo aborrece los límites a su poder por
considerarlos contrarios a la “voluntad popular”.
Así, conociendo las características propias del populismo, y comparándolas con los
elementos distintivos de una democracia, podemos ver como el populismo es claramente
una amenaza a la misma, porque el populismo trastoca el concepto de democracia, y
propone una “democracia superior”, en la cual el “interés del pueblo” sea el que gobierne,
por medio de líderes que los representen. El populismo revierte el concepto de
democracia al tratar de eliminar una de sus principales características, que es la de
gestionar las diferencias. La democracia se trata, justamente, de gestionar las diferencias.
Y el populismo propone eliminar a la “clase aristocrática, oligárquica”, para vivir en una
sociedad “más justa”, encarnando “la voz del pueblo” en un líder carismático.
Teniendo el líder esta representación popular, se justifica el avasallamiento de las
instituciones liberales de la democracia (respeto a los derechos del hombre, a las
libertades individuales, la división de poderes) en pos de “defender al pueblo”. Así,
irónicamente, utilizando la democracia para llegar al poder, y “vendiendo” un discurso de
necesidad de “más democracia”, se puede terminar instaurando un régimen autoritario, o
inclusive una dictadura (y sino, miremos el caso de Venezuela).
Algunas personas pueden sostener que el populismo es un reto para la democracia, en el
sentido de generar una autocrítica de diversos sectores para poder entender cómo se ha
llegado a una situación tal que se permita el crecimiento de líderes de tal calaña. Contra
esta creencia, puede sostenerse que la democracia por sí misma no puede hacer una
autocrítica, sino que la autocrítica la deberían hacer los actores que participan en ella. El
problema, y teniendo en cuenta las características del populismo y la intención de acallar
las voces críticas tildándolas de “enemigos del pueblo”, es que si se deja instaurar
nuevamente un gobierno populista en Argentina, puede que no haya opción de realizar
esta autocrítica, o por decirlo de otra manera, puede que por medio del populismo se
llegue al punto en que no haya otras voces para discutir lo que es la democracia y cómo
resolver los problemas que ella conlleva.
Dicho esto, es posible afirmar que este 27 de Octubre, la democracia está en peligro, y
todos debemos ser conscientes de ello a la hora de votar.
Mg. Antonio A. Fratamico
Presidente de Fundación Apolo
1Rivero, A. Populismo: una denominación relativamente nueva para una forma antigua de atacar la
democracia.