Dos lados del mostrador: El buen criterio y la crítica constructiva.
Como uno de los 38.000 taxis que recorren diariamente la ciudad de Buenos Aires, me encuentro en la privilegiada situación, para quien gusta de proponer soluciones, de presenciar y ser parte asidua de los atolladeros de tránsito que padece nuestra ciudad, al igual que todas las desproporcionadas aglomeraciones urbanas en que hemos sabido amontonarnos alrededor del globo.
En horas de la mañana del 17/07 me vi obligado a ir hacia la zona de la Amia por una reunión que tenía con uno de los asistentes al acto conmemorativo de un nuevo año del atentado contra la mutual. Lógicamente la circulación por la zona estaba bastante congestionada.
Iba yo por la calle San Luis a paso de hombre, cuando al cruzar la calle Paso, que es mano desde San Luis hacia la izquierda rumbo a Córdoba, observo que Paso estaba completamente despejada. Un cierto instinto “tacherístico” me dijo: “dobla que algo pasa”. Claro, el acto me dije cuando ya había cruzado la bocacalle y no había vuelta atrás. Pero otro instinto de querer observar que pasa con más exactitud y deducir si es solucionable o mejorable, me dijo “seguí y en el primer estacionamiento, dejá el auto así ves que sucede”.
Al llegar a la siguiente esquina, Larrea, también mano a la izquierda hacia Córdoba, veo que San Luis estaba cortada por dos oficiales de tránsito de la Ciudad, que charlaban y operaban sus teléfonos celulares con toda la tranquilidad que no teníamos los conductores.
Al cortar el semáforo quedo a no más de 5/7 metros de la esquina por lo cual decido bajar rumbo a los agentes, o como se llamen, con una pregunta que siempre quise hacerles a oficiales de la policía federal, la metropolitana, o a cualquiera de las tantas otras personas que habitualmente y por diferentes razones cortan vías de circulación de la ciudad: “POR QUE NO PONEN A ALGUIEN UNA O DOS CUADRAS ANTES AVISANDO QUE ESTÁ CORTADO ASÍ SE DESPEJA MEJOR EL CAUDAL DE TRÁNSITO??”
La respuesta fue hiper previsible: “ESTO ES UN OPERATIVO, A NOSOTROS NOS MANDARON, NO PODEMOS HACER NADA MÁS QUE ESTAR ACÁ”. A lo cual respondí con cierta ironía: “claro, totalmente ¿Qué otra cosa pueden hacer?”
Volví al auto pensando en el concepto del buen criterio y de la falta aparente de libertad de pensamiento, o bien la tendencia al confort, de las puntas operativas de nuestras grandes organizaciones, tanto públicas como privadas.
Ahora bien, ante un cajero de supermercado lento de reflejos que, en la vorágine en que vivimos, acumula tensión en la fila, no podemos más que, en el mejor de los casos, presentar una queja ante el jefe/a de la línea. En cambio ante un empleado del pueblo tenemos muchísimo más derecho que eso pero también, tomando opción por la construcción, tenemos mucha más obligación.
Al contarle lo sucedido a la persona con quien me reuniría, me dijo que conocía al subsecretario de transporte de la Ciudad y que este en alguna ocasión le había dicho: “a veces simplemente pasa que no nos informan”. Esto tiene, a mi entender, parte de cierto y parte de descarga. Quienes gobiernan deben encontrar las soluciones más inteligentes. Y si no les está llegando la información porque la ciudadanía está poco voluntariosa a la colaboración, busquen la forma de observar mejor o, más práctico, la manera de formar mejor a sus colaboradores que son quienes tienen, al fin y al cabo, el contacto con “el vecino”.
Un simple ejemplo. Supongamos que somos dueños de un restaurante. Si un mozo atiende mal a un cliente, todo nuestro trabajo, desde proveernos de buenas mercaderías hasta decorar un plato exquisito al salir de nuestra cocina, quedará completamente arruinado y muy probablemente hayamos perdido a ese cliente y su recomendación.
No es secreto que el empleado público argentino tiene, haciendo una clara generalización, una marcada tendencia al menor esfuerzo. Es mucho más sencillo decir: “no me corresponde, no es mi sector, me mandaron de arriba, hasta esto puedo hacer”, y tantísimas otras excusas que todos hemos escuchado, que preguntar: “de que manera lo puedo ayudar conciudadano?” o bien,” como puedo colaborar para mejorar esta situación?”
De la experiencia laboral en medianas y grandes empresas del sector privado he comprobado que, para que haya buen criterio en las capas operativas debe haber inmejorable criterio en las capas de dirección. Formar recursos humanos no es cosa fácil, pero quienes nos consideramos colaboradores para un país mejor tenemos la obligación de exigir el máximo provecho de los dineros públicos para los que aportamos.
Por eso, con el más absoluto respeto y desde un espíritu constructivo, si esto llegara a sus oídos:
Señor subsecretario de transporte de la ciudad Guillermo Dietrich, tenga a bien usted recibir esta simple idea de que sus colaboradores informen, como bien se hace en grandes arterias de la ciudad con carteles electrónicos, con una o dos cuadras de anticipación las situaciones de corte de tránsito o, mejor aunque más utópico, formar a sus colaboradores en el espíritu de la colaboración más que en el del reglamento, y en el buen criterio más que en el sencillo cumplimiento de órdenes. No ha de ser cosa simple, pero de esa manera enaltecerán la labor, que ciertamente valoro, que han desarrollado en lo respectivo al ordenamiento general del tránsito de nuestra ciudad.
Por último, nobleza obliga, le hago saber que en una ocasión anterior uno de estos agentes de tránsito, de buena voluntad y con espíritu de construcción, caminó dos cuadras hacia atrás informando a los conductores y desviando el tránsito recibiendo el agradecimiento de quienes estábamos ahí.
Sobra buena voluntad.