El aguafiestas de la democracia
El año electoral arrancó temprano: en distintos puntos del país, las campañas electorales empezaron desde Enero, y en Febrero fueron los primeros comicios (las primarias en la ciudad de Mendoza). En general, las elecciones fueron tranquilas y sin sobresaltos – las elecciones en la provincia de Santa Fe siendo quizás una excepción, con un escrutinio provisorio marcado por denuncias de irregularidad, pero era de esperarse en una elección reñida con tan estrecha diferencia entre los tres principales candidatos. Ni la violenta agresión al militante radical Ariel Velasquéz en Jujuy la madrugada antes de las PASO logró quebrar la ilusión de que serían elecciones normales a pesar de que estaba en juego todo el poder acumulado por el kirchnerismo en los últimos 12 años.
Pero entre el fallecimiento de Ariel el 19 de Agosto después de 11 días de agonía, y la escandalosa elección en Tucumán 4 días más tarde, con denuncias por irregularidades desde el inicio de los comicios (incluyendo urnas llenas de votos antes de la apertura de las mesas), el clima cambió: el tono de las campañas – tanto del oficialismo como de la oposición – endureció, y de repente un manto de sospecha se extendió sobre todo el proceso electoral en el norte – donde Scioli logró la mayor diferencia con sus rivales, representando casi la mitad de los votos que lo separan de Cambiemos.
Para el kirchnerismo, ciertamente deben haber sido semanas estremecedoras: desde un principio construyeron con mucho éxito un relato en torno a banderas progresistas, a tal punto que el espectro político Argentino quedó totalmente desdibujado y ya ningún candidato ni partido se atreve a rechazar esas banderas. Pero como encuadra el asesinato de un joven militante, o la violenta represión de una manifestación pacífica, con el ideario progresista que el kirchnerismo proclama defender? La respuesta es sencilla: al igual que agrupaciones que exigen una ficha de afiliación para acceder a servicios públicos básicos, o referentes que le dicen a victimas de violencia de género que esa violencia “se da de a dos”, no encuadran.
Lamentablemente, estos hechos hacen más que sacudir las bases discursivas de la campaña oficialista: hacen temblar los cimientos de la mismísima democracia, que a fines de Agosto pasó por su peor momento desde el ultimo levantamiento carapintada. Ariel Velasquéz no es el primer militante asesinado, ni la represión en Tucumán fue la primera represión violenta de la era kirchnerista, pero a diferencia de la muerte de Mariano Ferreyra (asesinado en 2010 por una patota vinculada al sindicalista Pedraza), o a distintas represiones en el norte Argentino (una represión a una protesta QOM en el Chaco dejó un saldo de 60 heridos y un muerto), la reacción del oficialismo fue otro. En las otras ocasiones, el kirchnerismo salió rápidamente no solo a distanciarse de los hechos, sino incluso a solidarizarse con las víctimas: cuando murió Mariano Ferreyra, la Presidenta habló de como la bala que lo había matado “rozó el corazón de Nestor”, y luego de la violenta represión, representantes del gobierno nacional accedieron a reunirse con representares de la comunidad QOM. En cambio, cuando murió Ariel Velasquéz, la Presidenta denunció una campaña sucia de la oposición y emitió por cadena nacional la versión de la Tupac Amaru de los hechos (principales implicados en su asesinato), y de igual manera, vimos como referentes del oficialismo a nivel nacional intentaban por un lado minimizar las protestas masivas en la Plaza Independencia y por otro lado culpar los propios manifestantes por la cruda represión policial que sufrieron. Desde lo más alto del poder político en Argentina se le dio apoyo y amparo a personas y agrupaciones que demostraron claramente un desdén por la democracia que el kirchnerismo durante 12 años decía haber recuperado y defender.
Una mirada más cínica incluso podría resaltar que esto tampoco es algo nuevo: el asesinato de Ariel Velasquéz fue, en definitiva, el caso de violencia más notoria por parte de la Tupac, más aún por la cercanía a las elecciones. Pero no es ni el primer acto de violencia contra el radicalismo jujeño por parte de la agrupación de Milagro Sala (sigue procesada desde 2009 por agresiones contra el Senador Radical Gerardo Morales), ni el primer asesinato que se le adjudica a esa organización (en la violenta ocupación de tierras en la localidad de Humahuaca, un joven fue asesinado por integrantes de una organización vinculada a la Tupac). De la misma manera, la represión al dia siguiente de las elecciones fue transmitida en vivo por televisión, pero hasta el día de hoy se sigue sin saber el saldo de muertos de los violentos saqueos que revolucionaron a Tucumán durante el acuartelamiento policial en el verano 2012-13, y de igual forma que el kirchnerismo salió a respaldar al gobierno de Alperovich a pesar de denuncias de irregularidades en las elecciones y violencia en su respuesta a las protestas, lo ha hecho sistemáticamente con gobiernos como el de Insfrán en Formosa (que incluso suscitó un insólito cruce entre funcionarios kirchneristas y Carlos Tevez a raíz de declaraciones relativamente inocuas políticamente de éste ultimo) o el de Beder Herrera en La Rioja (que reconoció haber manipulado la ajustadísima elección en la provincia en 2013, y cuyo gobierno persigue y reprime militantes que protestan contra la mega-minería).
Así llegamos a Septiembre entonces: lejos de la tranquilidad que prometían los primeros comicios del año, quedó en claro lo que está en juego en estas elecciones y lo que cada uno de los protagonistas está dispuesto a dar por ello. El clima está enrarecido, y nada indica que vaya a mejorar de aquí al 25 de Octubre. Por suerte ya a nadie se le ocurre cuestionar la democracia, pero a la luz de los hechos en el norte, quizás sea hora de preguntarse: ¿de que democracia hablamos?