El desafío de Mauricio Macri y el frente Cambiemos
Los resultados de las elecciones del pasado domingo representan, en líneas generales, una buena performance para la oposición. La diferencia de 8 puntos porcentuales y monedas entre el primero, el Frente para la Victoria liderado por Daniel Scioli, y la oposición, liderada por Mauricio Macri, está dentro de los rangos esperados. No hubo grandes sorpresas y es de esperar que tampoco las haya en octubre.
En los últimos años asistimos a un rebrote o resurgimiento de la oposición desde las cenizas. Durante años, le costó mucho hacer pie en elecciones nacionales, especialmente para el cargo de Presidente. Se sabe que los recursos y los dispositivos de poder con que cuenta no son asimilables a aquellos en poder del oficialismo. La pelea es despareja desde el comienzo y su lucha se centra entonces en bloquear el poder de daño del oficialismo e intentar, a través de los limitados medios a disposición, generar suficiente entusiasmo en las diferentes capas de la sociedad que le permitan transformarse en una verdadera alternativa de poder. Esto se logra no solo con la ayuda de recursos materiales, sino también con suficientes recursos humanos dispuestos a movilizar y concientizar a la población sobre la necesidad de un cambio en las políticas nacionales.
La alianza Cambiemos, liderada indiscutiblemente por Mauricio Macri, se presenta como una fuerza que se sitúa en las antípodas del kirchnerismo. El énfasis en los últimas semanas y meses estuvo puesto en cuestionar la manera de gestionar del oficialismo en el nivel nacional. Es que la diferencia central entre un frente y el otro (el Frente para la Victoria y el frente Cambiemos) parecería estar en un modo distinto de concebir la administración del Estado: como consecuencia, las denuncias por corrupción en la Administración Central, las críticas a La Cámpora, los abusos de la autoridad, la falta de diálogo y políticas de largo plazo se convirtieron en “caballitos de batalla” del frente Cambiemos para derrotar al oficialismo. Un supuesto giro en el discurso de Mauricio Macri parecería evidenciar la necesidad de superar el viejo discurso centrado en la antinomia público/privado para pasar a una discusión superadora, que como señalé, viene a colocar en el centro del debate la eficiencia en la administración. Este «cambio» en el discurso significa una gran oportunidad para el país para estabilizarse, institucionalizarse y lograr aquellos consensos de largo plazo que le permitan crecer y desarrollarse. Siempre y cuando quién terminé siendo vencedor sea la oposición.
Decir que el frente Cambiemos hizo una buena elección, no significa negar la posibilidad de identificar errores y corregirlos a tiempo. Los desafíos que el frente tendrá en los próximos meses son varios. En primer lugar, necesitará mantenerse unido. Para ello requerirá mucha prudencia por parte de sus integrantes. Cualquier declaración desmedida y fuera de lugar podría ser aprovechada por el oficialismo para cargar contra lo que ellos llaman «la alianza», en clara alusión a la Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación liderada por el ex Presidente Fernando de la Rúa y Carlos «Chacho» Alvarez. Esta última experiencia debería servir de ejemplo a los nuevos líderes de la oposición para no volver a cometer los mismos errores del pasado. Más cerca en el tiempo, el Acuerdo Cívico y Social y el frente UNEN fracasaron, entre otras razones, por falta de mesura y entendimiento entre sus socios.
En segundo lugar, el frente tendrá que procurar suficiente coherencia y coordinación al interior de sus filas. Las acciones y los discursos de sus integrantes deberían, de ahora en más, potenciarse y no entrar más en contradicción. Para ello, no tendrán otro remedio que reunirse y planificar un discurso y una línea de acción que posibiliten efectos sinergéticos. La unificación de las propuestas y su difusión son un imperativo que no puede demorarse más.
En tercer lugar, lo más importante. El frente en su conjunto deberá retener si no todos, al menos una gran parte de los votos logrados en agosto. Si bien el caudal de voto conseguido por los precandidatos a presidente Ernesto Sanz y Elisa Carrió no es muy grande (medido en términos porcentuales), su dispersión en terceros candidatos podría poner seriamente en riesgo las chances de Mauricio Macri de acceder a una segunda vuelta. Es por eso que tanto uno como el otro deberán realizar de ahora en más un esfuerzo superador que compense su magro desempeño en la elección. El objetivo exigirá no solo retener sufragios, sino también sumar nuevos votos de diferentes sectores. Ernesto Sanz tendrá una tarea titánica de aquí en adelante si se comprueba que los votos radicales no lo acompañaron durante la última elección. Se pondrá a prueba su capacidad de unificar al radicalismo y seducir a los adalides de su partido. Y a los propios radicales.
La buena noticia para el frente Cambiemos es que si finalmente la elección de octubre se polariza, las chances de elevar su porcentaje de votos totales respecto a la última elección y acortar la distancia con el primero aumenta sustancialmente. La probabilidad de que todo esto suceda es, desde mi punto de vista, alta.
No obstante, de nada se puede estar seguro. En línea con lo que algunos periódicos vienen señalando, los votos conseguidos por José Manuel de la Sota en Córdoba representan una buena oportunidad para Daniel Scioli, si bien el primero mantiene desde hace tiempo una posición crítica hacia la Casa Rosada. Y los cordobeses parecen no simpatizar demasiado, en líneas generales, con el gobierno nacional, siendo Scioli parte integrante del mismo. El proceso de mimetización de Scioli para con el kirchnerismo dificultarían aún más la atracción de nuevos votos peronistas, entre los cuales se encuentran también los del propio Sergio Massa.
Las cartas están echadas. Las negociaciones y los acuerdos formales seguirán esperando. El Frente para la Victoria intentará por todos los medios alcanzar y superar el 40% de los votos en la primera ronda de las elecciones en octubre, al tiempo que Cambiemos hará todo lo posible para evitar quedar a 10 puntos de distancia de Daniel Scioli, situación que pudiera poner fin a sus ambiciones de pelear por la presidencia. El escenario más probable es el ballotage. Pero, en última instancia, el resultado dependerá de las acciones y las voluntades individuales de los participantes que se disputan, en esta elección, el control del gobierno y el futuro del país.