¿Y el espacio público sano?
Sujetar el espacio público a las palabras y sujetar las palabras al espacio público.
La libertad de conciencia tal vez es la clave para el desarrollo de las virtudes cívicas en la población.
Tal vez nuestro pueblo multicultural y multipartidario, exige ser actor principal en «la necesidad de expresion constructiva», tal vez mayor que la «búsqueda de representatividad construida».
Quizás, más importante que lo que dice cualquier discurso político y conflicto «manifiesto», son los conflictos «latentes» en las conciencias de los ciudadanos y sus necesidades cívicas insatisfechas (básicamente el ideal-perfecto funcionamiento institucional). Tal vez muchos temas se solucionan con el remplazo de una frustración civil, por una esperanza ciudadana.
Tal vez el mágico juego del filosofar, nos indica que poco se puede sujetar el espacio público a las palabras, y mucho pueden las palabras hacer por el espacio público.
Tal vez el desgaste lógico y universal que generan los discursos políticos enfrentados, son la «ocasión» para levantar una y otra vez cierto valor común que no se ha perdido: «el valor de la virtud cívica». Tal vez se encuentra muchas veces en la cotidianidad; pero es allí donde se forman las conciencias (tal vez una cuestión importante para la ética de un numeroso sector de la población argentina).
Tal vez, los valores libertad e igualdad, se concilian mejor, con una buena libertad de expresión y libertad de conciencia. Si la norma personal de conducta se construye, que se construya adaptándose a ideales y realidades propios y ajenos. El intercambio cultural amerita sinceridad desde los roles que se ejercen. Pero esta sinceridad nunca es plena, ahí es donde debería jugar más fuerte la política, en la traducción del conocimiento a las realidades del sistema público, que no es ni de un gobierno, ni de una religión, ni de un sector; es del conjunto de los ciudadanos.
Tal vez si logramos mejorar en los valores públicos, lograremos prevenir «los modelos de desgastada visual» (ej. «El Estado corporativo», «el macho», «el profesional omnipotente») y «la imposición de realidades sobre realidades», para transitar de realidades a ideales. Que sea menos la imagen nuestra guía y más la reflexión sobre el tiempo y el ser, para llevar una conducta ejemplar, acuñando nuevos liderazgos.
Si tal vez fuese más grueso lo que pasa a través de las conciencias que lo que pasa a través de los discursos políticos, el canal para el respeto a «las leyes» y el cumplimiento de «las justicias», requiera mucho más esfuerzo que «una política del reclamo», para instrumentar «políticas de construcción y reserva» (reserva, ahorro, capitalización del recurso humano, privado y público).