El fraude electoral y la violencia política

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El escenario de la realidad argentina resulta escabrosa si nos alejamos un poco del micro mundo político, para ver con un panorama más general y objetivo el suceso de los acontecimientos. Hace días murió un militante de la UCR (Ariel Velázquez), supuestamente por un caso de violencia política por parte de la agrupación que encabeza Milagro Sala. Esto fue en el momento previo al desarrollo de las PASO en Jujuy. Muy poca importancia le dio nuestra presidenta, que como representante de nuestro estado debería haber dado una importancia fundamental a lo sucedido y solicitar el esclarecimiento del caso. Por el contrario, salió a defender a la agrupación afín al gobierno y le restó importancia a la muerte. Ni siquiera un pésame para la familia. Su acto guarango y triste para la República, no es más que una persistente muestra de que para el peronismo, algunas muertes valen más que otras.

Pero ello no culminó ahí. Las elecciones en Tucumán dieron muestras de que no sólo le importa poco a los oficialismos la República, sino que también le dan poca importancia a la Democracia, ya que los votos no tienen valor. El triste espectáculo de la hipocresía respecto de la voluntad popular, más el fraude electoral dan ejemplos de que se está minando nuestra democracia y ello no puede llevar a ningún buen resultado. Cuando se desprecian las reglas del juego de la competencia electoral, es lo mismo que decir que no nos importa el adversario, convirtiéndolo en un enemigo al cual despreciamos, al cual aniquilaríamos, ya que es un estorbo para nuestros planes.

Cuando no hay reglas de competencia electoral pacífica y a la cual los jugadores (candidatos) se someten, no existe posibilidad de competencia alguna. Se juega peligrosamente con el sistema democrático, ya que el desprecio del adversario, su desconocimiento, la trampa, no hacen más que echar nafta al fuego y dejarnos a las vísperas de una violencia política creciente.

Argentina tiene una oportunidad y un peligro. La oportunidad de convertirnos en un país con desarrollo institucional, en donde las próximas generaciones seguramente recordarán los golpes de estado, la falta de legalidad de los gobernantes y el fraude electoral, únicamente gracias a los libros de historia. Pero también existe un peligro, que es el de volver precisamente a las prácticas del pasado y envenenar a las generaciones actuales de los vicios que nuestro país ya padeció.

Y no se trata de un tema menor. Nótese que hace dos días vimos a todos los candidatos opositores en una foto pidiendo transparencia electoral. Es decir, aquello que no hicieron nunca -juntarse todos los opositores-, lo logró el peronismo por su accionar fraudulento y poco transparente en Tucumán.

Ya se verá cómo se desarrollan las elecciones en octubre. Pero lo que se puede afirmar es que en caso de que exista fraude electoral o sospechas de ello, nuestra democracia estará en jaque y ello podría devenir en violencia política más grave y creciente, respecto de la cual ya hay casos concretos, pero que todavía se está a tiempo de detener.

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