En sentido contrario a lo que el Gobierno, la oposición y los medios dicen, la Argentina no se está des-endeudando, sino que su deuda pública ha venido creciendo durante toda la administración Kirchner, se está acelerando más fuertemente todavía en este último año de su gestión y las previsiones expresas de las principales fuerzas políticas que compiten para las próximas elecciones son de una mayor toma de deuda nueva.

El Estado tiene tres fuentes básicas de financiamiento:

  1. La recaudación tributaria o ingresos del fisco por cobro de impuestos.
  2. La emisión controlada de moneda, es decir, la impresión de dinero cuando los medios de pago se incrementan en la misma proporción en que crece la actividad económica.
  3. La deuda pública que – como todas las deudas – constituye un préstamo contra el costo del pago de intereses que se suman al gasto corriente del Estado, además de la obligación de devolver el principal o capital de la deuda.

Esto último tiene una importancia clave porque si el Estado toma y/o refinancia deuda sin capacidad de repago, esa deuda contraída está condenada inexorablemente a ser refinanciada a su vencimiento y de este modo deviene en la práctica una deuda perpetua.

La deuda pública era otrora una forma de obtener recursos extra-ordinarios, por razones de fuerza mayor – como guerras o catástrofes – pero ahora prima el criterio tendencioso y generalizado de que la deuda pasa a formar parte del financiamiento “normal” del Estado, lo que no es cierto, contradice la sana noción de todo préstamo financiero e introduce una distorsión en la estructura financiera fiscal.

Y ello es así porque cuando la deuda llega a niveles tan elevados como impagables – como en el caso de la Argentina – se da entonces la paradoja que las dos primeras fuentes de fondos (presión tributaria y emisión monetaria) tienen que incrementarse cada vez más para sufragar los costos crecientes de la tercera.

La gran diferencia reside en que, por el dinero que se recauda merced a mayor presión impositiva o merced a impresión de dinero, el fisco no paga un costo directo pero, en cambio, por la deuda que toma paga el costo de los intereses, que suma todavía más al gasto público e inhibe, a la vez, las posibilidades de devolución del Principal.

Tal es la trampa de la deuda perpetua en que está metida la Argentina y que – exactamente al revés de lo que dice el ministro Kicillof – hace que se siga pagando deuda con deuda a través de una política de re-endeudamiento permanente y toma de más deuda nueva:

  1. La eduda intra-Estado, esto es, el paso de deuda externa con terceros (acreedores privados y organismos financieros internacionales) a deuda interna con organismos del propio sector público (como la ANSES, el BCRA, el BNA y otros entes oficiales) ha llegado a un límite fáctico.
  2. Pese haber abonado deuda por 190.000 MD (millones de dólares) durante la “década ganada” – según los dichos de la propia Presidenta – el Estado no sólo no ha reducido su deuda pública, sino que la ha incrementado en más de 100.000 MD (el stock actual se estima en 240-250.000 MD contra 150.000 MD en los inicios de la gestión K) y está previsto por Ley de Presupuesto 2015 que se eleve más aún durante el último año de su gestión (en 18.000 MD).
  3. El gobierno Kirchner sigue abonando tasas usurarias de interés récord en el mundo y el objetivo de su política de re-endeudamiento – según la hoja de ruta Boudou – es volver al mercado internacional de capitales para tomar nueva deuda externa.

Por ende, no es cierto que el país esté en un proceso de desendeudamiento sino que – por el contrario – la deuda sigue creciendo y consecuentemente también el pago de sus intereses, que son gasto público corriente

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