El pueblo argentino necesita cambiar el modelo
Lamentablemente, en los últimos doce años, la República Argentina se ha convertido casi en un feudo, donde la aristocracia gobernante persuade al pueblo con ansias de cambio.
Los argentinos estamos condicionados por quienes manejan voluntades para perpetuarse en el poder, con el objeto de tener impunidad por los delitos cometidos. Estos políticos se aprovechan de las necesidades de los ciudadanos carenciados a los que les dan ayuda social y les mienten planteándoles la posibilidad de perder esa ayuda si el próximo Gobierno fuera de distinto signo político que el vigente. Así, muchos ciudadanos que desean un cambio ponen en duda sus votos, porque temen perder lo poco que reciben; son víctimas de quienes se presentan como los únicos capaces de salvar a los pobres, a los que mantienen en la pobreza y les suman ciudadanos de clase media, y dicen identificarse con ellos, pero se enriquecen a expensas de un pueblo desangrado, que ya agoniza.
En la Argentina actual, hay violencia emocional, verbal y física, que contagia y convierte en un “boomerang” la violencia transmitida al prójimo. Gracias a este sistema violento, gobernaron durante doce años quienes lo impulsaron; porque la violencia engendra violencia y divide al pueblo, y un pueblo dividido no puede desarrollarse, se desmoraliza, entra en crisis y se vuelve fácil de dominar. Gracias a este modelo, pueden gobernar quienes no quieren paz ni democracia sino la violencia que genera el caos y la división, esa violencia contagiosa y con olor a muerte, producto de la desesperante decadencia.
Desgraciadamente, los Argentinos tenemos poca memoria y nos estamos dejando atropellar por la tiranía despiadada de quienes no quieren que concretemos nuestro sueño de vivir en un país mejor. Lamentablemente, somos un pueblo de poca memoria que necesita, con suma urgencia, recordar que un día fue libre de pensamiento y elección.
Hemos olvidado, entre tantas cosas, el preámbulo de nuestra Constitución Nacional, en aquél discurso del Dr. Raúl Alfonsín que nos hizo llorar de emoción y nos renovó la esperanza, cuando recuperamos la democracia: “Nosotros, los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino, invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia, ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución para la Nación Argentina”.
Sólo la reacción de un pueblo que sufre puede modificar su situación y devolverle la dignidad que perdió. Sólo la memoria y la convicción de cambiar conducen a la libertad y la justicia.
El próximo 25 de octubre, los argentinos tenemos la posibilidad de cambiar con el voto este modelo opresivo e injusto por un modelo de libertad y justicia. Atrevámosnos a cambiar. No nos dejemos atemorizar por quienes no quieren que vivamos mejor. Aún estamos a tiempo de construir la gran nación que soñaron nuestros próceres.