Food trucks: las nuevas formas de comprar

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Existen comercios de barrio, shoppings, restaurantes, supermercados, hipermercados, bares, donde uno puede comprar alimentos preparados y comerlos allí, o llevarlos a su casa y comerlos. O negocios al paso, que uno puede comer algo rápido e incluso caminando. Pero la moda de estos días son los food trucks (camiones de comida).

Los food trucks son camiones acondicionados y decorados que ofrecen en eventos, festivales y espacios como shoppings a cielo abierto, plazas y parques, comida al paso, cocina de autor, con la presencia de cocineros conocidos que aparecen en los medios de comunicación, aunque también hay comida chatarra, dulces, entre algunas cositas.

La tradición de este fenómeno cuenta con una larga trayectoria en algunos países, especialmente en Estados Unidos. Allí, el primer carrito se estableció en 1861. Para el término de la Segunda Guerra, los carritos evolucionaron en forma de camiones, y para los años cincuenta, se convirtieron en moneda corriente en ferias y parques de atracciones. Lo que los caracterizaba era el menú: comida rápida y barata. Panchos, pizzas, helados, pochoclo, nachos, pretzels, adornaban las calles de todo el país.

Luego de 50 años, con los cambios en la economía y en la forma de alimentación, resurgieron hacia fines de los 90 como una alternativa a la comida chatarra y a las cadenas de comida. El punto de inflexión fue durante la crisis del 2008. Gran cantidad de chef reconocidos en todo el país tuvieron que recomponer su material de trabajo y pensaron que la mejor manera sería llevándolo en cocinas portátiles. Y desembarcaron en grandes parques y eventos, a punto tal, que tienen fanáticos que recorren los condados con la idea de seguir el recorrido de los food trucks a lo largo del país.

En el país, recién comenzaron a operar desde el año 2011. Personas que sin relación alguna, pusieron estos carritos inspirados en la tradición norteamericana.  Así surgieron un montón de opciones, con la intención de que su carrito pudiera abrir en distintos barrios y entregar un producto sano, de calidad, a bajo costo, con la posibilidad de ser consumido en la calle. Y hay para todos los gustos.  Los mismos suelen disponer de una cocina adaptada para que puedan trabajar 3 cocineros sin molestarse y atender al público al mismo tiempo. Este público que elige comer en la calle, en la plaza, sin disponer de mesas, sillas, baños, como tradicionalmente se come. Solo con una servilleta, una bebida, un banco de plaza, cubiertos de plástico y la comida. Con eso ya es suficiente.

Pero no todo es color de rosa para los emprendedores de los camiones de comida. La Ley 1166/03 de venta de alimentos en la vía pública de la Ciudad de Buenos Aires no los ampara. Esta regla solo permite que se vendan golosinas, confituras, pero no permite vender frutas y verduras (exceptuando las ferias de abastecimiento barrial) ni jugos, ni comida saludable. Sin embargo, el gobierno de la ciudad organiza y/o impulsa ferias que los incluye, como el Buenos Aires Market, la feria Masticar, Leer y comer o Buenos Aires Saludable, lo que produce una gran contradicción en los emprendedores,  que pretenden hacer crecer al sector de manera exponencial.

Además, el movimiento se está desarrollando en Rosario, Mendoza, Neuquén, Salta y Córdoba con gran éxito y se espera un crecimiento en los próximos meses. El caso particular de Rosario es que el Concejo municipal aprobó la regulación de los food trucks y la municipalidad está buscando espacios en la ciudad para que se puedan desempeñar. Por ello, algunos de los emprendedores de Buenos Aires están migrando hacia la ciudad santafesina.  La regulación les impone días y horarios, higiene y salubridad, provisión de energía, control bromatológico, control de licencias y control impositivo.

La ropa también muestra un cambio

Por otra parte, hay negocios de ropa de todo tipo, marca, estilo, precio y para todos los gustos. Pero también existen los showroom, departamentos o casas abiertas al público como si fueran un negocio tradicional, pero que la publicidad y la difusión de los mismos se realiza vía redes sociales como Facebook o Instagram.

Los mismos cuentan con ropa de todos los estilos, a un precio inferior que en cualquier comercio de marca, aunque la atención es totalmente personalizada.

La tendencia comenzó a imponerse en Buenos Aires hace más de dos años, pero se está expandiendo a todo el país. En general este recurso es muy utilizado por jóvenes diseñadores que comienzan a lanzar su marca. Una situación ideal con la que se puede vender más barato y mantener razonables márgenes de ganancia, evitando riesgos y costos.

El gran inconveniente es el origen de la ropa. Muchos de estos showroom – de todo el país-  se abastecen en La Salada y en la Avenida Avellaneda, donde la fabricación de ropa está puesta bajo la lupa. La falta de controles sobre estos comercios es la gran falencia que poseen y la confianza en los vendedores es la única garantía sobre las prendas, sobre todo si hay que hacer cambios por fallas o la ropa es de mala calidad.

Las voces en contra de los food trucks

Existen detractores de estos nuevos fenómenos y son los comerciantes tradicionales. La justificación es el pago de impuestos y cargas sociales, alquileres, cartelería, permisos municipales y nacionales, entre alguno de los costos para desempeñar un comercio tradicional.  “Si triunfan esta forma de vender, cierran todos los negocios” dicen desde la CAME que nuclea a la mayoría de los negocios a la calle. La puja es muy grande, pero la gente los elige cada vez más, en un contexto de inflación y gran uso de redes sociales.

Regulación: ¿sí o no?

La regulación es el mejor camino para estos emprendimientos. Pero se vuelve complejo ya que no están en regla y ese es el éxito de sus precios bajos y márgenes de ganancia bajos.  Los consorcios son quienes mayor control ejercen sobre los showroom, mientras que los gobiernos poco hacen para evitar que sigan abiertos, debido a que solo están registrados en las redes. Los food trucks solo son regulados en algunas ciudades, pero la gente los elije y los gobiernos los usan. Es hora de que se controle para que puedan coexistir todos los comercios posibles y que el consumidor pueda elegir, pero sin perjudicar a ningún emprendedor.

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