Historia argentina: el nuevo Nunca más

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Hace pocos días los argentinos recibimos una noticia tan buena como silenciosa. La editorial Eudeba decidió hacer justicia y volver a publicar la obra conocida como “Nunca Más” conforme su versión original. Este pequeño suceso puede significar un nuevo rumbo para la intelectualidad local. Aprender de nuestros errores en lugar de inventar un pasado que nos resulte fácil de digerir es un verdadero gesto de nobleza.

Respetar la historia argentina tal como fue

Luego de un nuevo aniversario de los trágicos acontecimientos ocurridos en Argentina a partir del 24 de Marzo de 1976, me parece pertinente analizar un tema que debería tener otro estado de madurez. La mezquindad política nos ha dejado una deuda enorme en materia de  respetar y comprender la historia argentina reciente tal cual como ésta fue, y no como nos hubiera gustado que ésta fuera. Distorsionando los hechos ocurridos con objetivos acordes a la concentración de poder y la creación de un relato funcional al fanatismo militante, encontramos que en estos días no solo habrán pasado 40 años de la última dictadura militar que golpeó a nuestro país, sino también habrán pasado 10 años de los polémicos cambios realizados en la reedición del “Nunca Más”, a pedido del entonces presidente Néstor Carlos Kirchner.

El objeto de aquella reedición era el de reemplazar la “teoría de los demonios” por la nueva teoría de “la juventud maravillosa”. Se conoce por el nombre de “Teoría de los dos demonios” a la hipótesis que sostiene, en cita textual del escritor Ernesto Sábato,  que: “Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, siendo que la sociedad en su conjunto se encontraba presa de la violencia generada, por un lado, por los actos de terrorismo de grupos paramilitares tales como ERP y Montoneros, y por el otro lado, por los actos de violencia igualmente extremas perpetrados por los miembros de las fuerzas armadas durante el gobierno de facto.”

Si bien este sencillo argumento fue ampliamente aplaudido durante los juicios de lesa humanidad llevados a cabo por el gobierno radical del Dr. Alfonsín, el mismo era contrario a los intereses del nuevo gobierno peronista del año 2006. La creación de un discurso populista necesitaba la existencia de un enemigo interno detestable, débil en los hechos concretos y fuerte en el imaginario colectivo. Un conjunto de sádicos criminales, viejos e inservibles como el ex dictador Videla y sus secuaces era la opción ideal. Indefendibles por sus hechos, odiados por sus resultados y derrotados por la fuerza de la democracia. Fue fácil derogar los indultos del anterior gobierno peronista, a cargo del Dr. Menem, a estos asesinos. Sin embargo, para completar la tarea de la justicia hubiera sido necesario juzgar a los responsables de la violencia terrorista de grupos como el ERP y Montoneros, siendo este punto donde la realidad comienza a molestar.

Aceptar la existencia de una guerrilla de izquierda parecida a los grupos radicalizados que atacan medio oriente en la actualidad hubiera significado una desvalorización no solo del oscuro pasado de algunos funcionarios de la década ganada, sino también de la militancia ciega y obediente. La creación del relato de “la juventud maravillosa” terminó siendo una respuesta amable a las plegarias del nuevo régimen. Esta versión de la historia argentina indicaba que los militares tomaron el poder motivados tan solo por su propia avaricia, con el apoyo incondicional de Estados Unidos, frente a una clase media la cual aceptó este hecho como algo cotidiano. Si bien es cierto que esta hipótesis deja muchos espacios en blanco, ya sea respecto al carácter discursivo de la cúpula militar, como así también respecto a las diversas reacciones de un pueblo asustado, la nueva versión de los hechos funcionó de manera eficiente, cumpliendo los objetivos propuestos por el régimen Kirchnerista con resultados visibles a la fecha.

Por dichos motivos, creo que hoy es importante que aprendamos a mirar la realidad no con una mirada amable y alejada de la verdad que nos haga sentir mejor con nosotros mismos. Es hora de aprender de nuestro pasado, por más duro que sea. De aprender que, a veces, los hechos no son fáciles de comprender. De asumir la responsabilidad al admitir que no todas las soluciones extremas a problemas extremos son aceptables, ya que el fin no justifica los medios. El mundo no está escrito en un código binario, es correcto afirmar que el rechazo al terrorismo y el repudio a los gobiernos autoritarios son posturas compatibles. El planeta necesita, hoy más que nunca, que no repitamos los errores de antaño y defendamos la libertad que nos da la democracia como un valor en sí mismo, sin miedo a aquellos violentos juzgados por la historia argentina.

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