Protestas en repudio a la muerte de Qasem Soleimani, el militar abatido por Estados Unidos

Esta semana que pasó, Irán fue noticia. No sólo porque Estados Unidos decidió borrar del mapa a uno de los mayores promotores del terrorismo internacional, el General Soleimani, sino porque la venganza que proclamó la dictadura teocrática de los Ayatolas se fue al garete. En lugar de impactar en objetivos norteamericanos que pretendían destruir, lo que terminó sucediendo es que derribaron “accidentalmente” un avión con 176 pasajeros de diversas nacionalidades, que habían pasado la época festiva de navidad y año nuevo en Irán.

A nivel local, en las últimas horas del viernes, el pasquín progre llamado Revista Anfibia publica la nota “Irán es un país real”, de autoría del periodista Fernando Duclós. Un pastiche costumbrista que se encarga de romantizar la vida del iraní común, igualando a la mujer que pelea por su libertad de no llevar velo, con el sujeto que es partidario del régimen.

El artículo pone al mismo nivel a quienes apoyan al régimen y a sus víctimas. La relativización de los hechos que hace la progresía es totalmente condenable.

No aparece la palabra “dictadura”. Se romantiza a un régimen dictatorial de corte teocrático, criminal y terrorista, con todos los clichés de la izquierda global: la historia compartida, el patriotismo, la identidad nacional, la victimización, los detalles antropológicos, el pobrismo.

Puede resultar llamativo para ojo lego que los progres que defienden al feminismo más radical, terminaran por avalar dictaduras teocráticas donde la palabra de la mujer vale la mitad de lo que vale la del hombre o donde si la mujer es violada, automáticamente es repudiada por su familia y queda en la calle. Regímenes donde se cuelgan a los gays de grúas, se ordenan latigazos a las mujeres lesbianas, se encarcela a mujeres presas por decidir no llevar velo, y en los últimos tiempos, también a los abogados que defienden a estas mujeres. Sugiero seguir el caso de la abogada Nasrin Sotoudeh, condenada a 38 años de prisión y 148 latigazos por haber ejercido su profesión.

Deleznable resultó el cruce en redes sociales entre el periodista argentino, residente en Brasil, Bruno Bimbi, con el consultor político K, Artemio López. Ante el posteo de una foto donde se muestra al régimen colgando a dos personas gays, López sostuvo que eso era “una construcción social”. Desde este espacio quiero expresar mi más severo repudio a tamaña expresión de odio y desprecio por los hechos objetivos.

No es para nada nuevo un fenómeno como el de la izquierda romantizando dictaduras: 30 años atrás, días antes de la caída del muro de Berlín, conspicuos militantes “progresistas” firmaron una solicitada celebrado los 40 años de la República Democrática de Alemania. Entre los firmantes estaba el abogado, ahora jubilado, y otrora Juez que juró sobre el Estatuto de Reorganización Nacional, Dr. Eugenio Zaffaroni. Más cercano en el tiempo, basta recordar las multitudes que convocó el dictador asesino Fidel Castro a un discurso que duró 4 horas, en las escalinatas de la Facultad de Derecho.

Sostengo que hacerle propaganda a un régimen como el iraní, de carácter teocrático, con lazos terroristas y que conculca las libertades de sus habitantes, no es de progre. Es de nazi.

Por suerte, en las últimas horas, masas enardecidas despertaron del letargo y están reclamando el fin de una dictadura que viene restringiendo libertades desde hace 41 años. Aboguemos por que a Irán llegue la gran brisa liberal, que trajo el respeto por la vida, la paz y la propiedad privada a casi todo Occidente.

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