La banalización y viralización de la política argentina
La masificación de la sociedad y la cultura no sólo tuvo impacto en el individuo, en su forma de vivir y percibir la realidad, sino también en la política, en cómo los ciudadanos de las sociedades de masas viven, perciben y sienten la política.
La banalización y viralización de la campaña política es una característica de la política actual, producto de la masificación de la sociedad y la cultura que fueron mutando a lo largo de estos años.
La re-democratización de la política argentina
Con la vuelta de la democracia, de la mano de Raúl Alfonsín en 1983, hubo cambios sustanciales en la política argentina, especialmente en lo que respecta a lo discursivo, la libertad de expresión y los medios de comunicación.
El componente discursivo, con la vuelta de la democracia, se volvió una parte muy importante de la política argentina, principalmente porque los gobernantes necesitan de los votos y la confianza de los ciudadanos, a diferencia, por ejemplo, de los dictadores que derrocaron al presidente Hipólito Yrigoyen y tomaron, por primera vez, el Gobierno por asalto. Lo volverían a hacer seis veces más.
El cambio de rol de lo discursivo tiene una correlación con la libertad de expresión, la democratización y especialmente el cambio cultural e identitario de la Argentina.
Si en algún momento Alfonsín logró un amplio consenso político, fue por su poder discursivo y su defensa de la democracia: “con la democracia se come, se educa, se cura”.
Porque entendió cómo activar, atraer y cooptar a la sociedad, entendió cuál era el humor de la sociedad argentina de ese momento: estaba cansada de la violencia y de la represión. La democracia, para una sociedad que había vivido y constatado los golpes de Estado y la violencia política, era algo extraordinario y, los ciudadanos argentinos, habían visto a Alfonsín como su restaurador.
Carlos Saúl Menem, mucho más presidencialista que Alfonsín, fue otro gobernante que percibió y utilizó discursivamente los deseos de las masas. La “buena vida”, y la idea de que la Argentina debía adquirir un rol predominante en el sistema internacional (que nunca había logrado por la ineptitud de sus gobernantes) a través de una política exterior activa y el alineamiento directo con los Estados Unidos, fueron, en este sentido, muy importantes.
A diferencia de Menem, Fernando de La Rúa no se presentó como el salvador de la sociedad, sino como “un aburrido”, que no adoptaría muchos cambios en la política económica y la política exterior; alguien que no daría un giro político en una sociedad muy golpeada y asustada por la crisis económica.
Sin embargo, el cambio sustancial o la vuelta del poder discursivo, la activación y cooptación de las masas, volvería de forma mucho más evidente con los Kirchner.
Néstor Kirchner, desde el primer momento, entendió que necesitaba tener de su lado a la clase media, debido al escaso caudal de votos conseguido en las urnas. Su contrincante de ese entonces -que había sacado más votos que él- desistió de presentarse en el balotaje, coronándolo ganador de las elecciones. Néstor Kirchner, poco a poco, se fue ganando a la población argentina, por las políticas sociales y el pago de la deuda mediante el canje de 2005. Ésta volvía a sentir, una vez más, que los gobernantes eran sensibles a su realidad.
Sin embargo, Néstor Kirchner, como parte de la ola de gobiernos populistas que empezaron a surgir en esos años (que incluyen a Evo Morales, Rafael Correa, Lula Da Silva y Hugo Chávez, entre otros), es producto de la nueva forma de masificación de la política, que logró activar los sentimientos de las masas (que se encontraban enojadas, contraídas, perturbadas, por la desocupación y las crisis económicas), a través del poder discursivo, el clientelismo político y la demagogia.
La política populista en la Argentina es más palpable y evidente aún con Cristina Fernández de Kirchner, quién profundizó aún más el discurso populista de Néstor Kirchner, sosteniendo políticas clientelistas y populistas y ahondando, cada vez más, en los sentimientos de la sociedad argentina, a través de la diferenciación política: “ellos o nosotros”, “el pueblo o los buitres” y recientemente, “el pueblo o Macri”. Los Kirchner lograron no sólo cohesionar a las masas a través de sus figuras ultrapresidencialistas, sino que también crearon fanáticos, una masa de fanáticos que los aman, que se dirigen hacia donde apunta Cristina.
La banalización de la campaña sucia
La masificación de la sociedad y la cultura no sólo cambió la forma de los argentinos de vivir, sentir y percibir la realidad, sino también la forma de hacer política.
Desde la vuelta de la democracia constatamos que lo discursivo se volvió una pieza clave de cómo hacer política, a la par de otros factores importantes que aparecieron en la política de masas, como los medios de comunicación y las redes sociales.
En estas elecciones se pudo constatar cómo las redes sociales tienen un rol primordial en las campañas políticas de los candidatos a presidente.
La sociedad de masas consume estos medios masivos de comunicación y se comunica a través de ellos. Los candidatos entendieron que, para atraer los votos, los necesitaban. Por esta razón, vemos a Daniel Scioli y Mauricio Macri aparecer todos los días en los principales medios de comunicación, además de participar muy activamente en las redes sociales.
Sin embargo, hay una diferencia de esta campaña con las anteriores, producto de que el candidato oficialista, Daniel Scioli, no consiguió los resultados que había previsto. No es la pérdida del discurso hiperpresidencialista (que ambos candidatos a presidente tienen), sino la campaña sucia y la banalización de la campaña política.
El candidato oficialista del Frente para la Victoria (FPV), Daniel Scioli, y su equipo de campaña, desesperados por acaparar los votos de los ciudadanos, especialmente de los indecisos, han realizado una campaña sucia, apelando al terror y cayendo repetidamente en numerosas falacias. Siguiendo los lineamientos del FPV, quisieron imitar la campaña sucia (“bien ejecutada”) del balotaje brasileño de Dilma Rousseff hacia Aécio Neves, por su plegamiento al neoliberalismo brasileño; no obstante, a diferencia de dicha campaña, la de Daniel Scioli y el FPV tiene profundas inconsistencias:
– Primero, porque el candidato oficialista estuvo muy plegado al neoliberalismo argentino con Carlos Saúl Menem,
-Segundo, porque está plagada de falacias. Macri no fue ministro de Menem en el neoliberalismo de los ´90, ni implemento políticas neoliberales en estos últimos 8 años como jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
-Tercero, porque las principales caras del FPV, como Randazzo, no esperaron a la finalización de la campaña para “pegarle” a Scioli.
-Cuarto, porque subestimaron a los votantes, y la gente está cansada de que la subestimen; por eso, no sorprende que más de 13 millones de personas hayan elegido en las urnas un cambio político. Tanto los que eligieron a Sergio Massa como a Mauricio Macri, decidieron un cambio político.
Asimismo, cabe destacar como positiva la creatividad de los jefes de campaña de Mauricio Macri al contestar a la “campaña sucia” con humor, a través de los “Macri facts”, entendiendo y aplicando la dinámica de viralización de la política, como parte de esta sociedad de masas a la cual le interesa más lo banal que los planes políticos de los candidatos.
[Este artículo va dedicado a mi querida María Eugenia].