La crisis del sistema de salud argentino
Un aspecto relevante en nuestra vida diaria es nuestro estado de salud. Nos sentimos mal o tenemos un signo y acudimos a un especialista para tratarlo. Pero lo que parece fácil, puede ser un problema: dependiendo de la cobertura social, un turno médico puede demorar varios meses. Sin embargo, si acudimos a un especialista de forma particular, podemos reducir drásticamente el tiempo de atención, aunque el costo sea elevado. Y no todos pueden pagar un médico particular cada vez que se necesita resolver una cuestión de salud.
Las estadísticas muestran que, en la Argentina, el 32,7% de los habitantes no posee cobertura médica de plan, ya sea por obra social o por medicina prepaga. Quienes componen el sistema público de cobertura son familias cuyo jefe de hogar es trabajador en negro, que no posee un empleo estable, y que percibe ingresos inferiores a los trabajadores registrados – 20 a 30% inferior, en promedio-. Éstos son quienes padecen la decadente estructura del sistema público de salud.
Pese a la asignación presupuestaria de 5,9% del PBI, la situación de la salud pública en el país es alarmante y no es una novedad: ni los profesionales ni los establecimientos alcanzan para cubrir la demanda, y no hay que revisar las estadísticas para conocer el estado calamitoso de la salud, a pesar de que hace 5 años que no se publican. Basta sólo con acercarse a un centro de salud pública para pedir un turno, o asistir a una guardia en horario diurno para encontrarse con que no hay asignación de turnos, excepto que se forme fila desde la madrugrada (las guardias están desbordadas).
Más allá del slogan del Ministerio de Salud de la Nación, “El principio solidario que debe caracterizar a nuestro sistema de salud, nos compromete colectivamente para contribuir a una salud universal y establecer mecanismos que permitan la protección social de los más vulnerables para lograr la equidad y sustentabilidad del sistema”, los esfuerzos los realizan los profesionales, que son mal pagos y están en condiciones laborales precarias.
El objetivo de esta reflexión es una crítica al sistema paternalista de salud del país que se encuentra en crisis. Este sistema tripartito, fomentado hace 70 años, posee grandes problemas estructurales; pero empezaré por describir lo obvio y evidente.
Quien posee un plan de medicina prepaga accede a cobertura de salud de calidad garantizada. Turnos en tiempos razonables, cartillas amplias de profesionales y centros médicos, componen un sistema bastante superior al sistema público de salud. Y las estadísticas lo reflejan: casi 6 millones de personas poseen algún plan de medicina prepaga. En la actualidad, este sector crece en la cantidad de usuarios como consecuencia del desencanto con las obras sociales. Los planes pueden rondar entre los $2.000 y los $10.000 por grupo familiar, en donde mientras más elevado es el plan, mayor es la cobertura. Algunos planes inferiores requieren el abono de un copago, que los hace menos atractivos (sin dejar de ser solicitados). Este sistema es restrictivo en cuanto a nivel de ingresos, pero también en relación a problemas de salud preexistentes: si posees, no podés adquirirlo.
La tercera pata de este sistema lo componen las obras sociales. Se dice que es un sistema solidario, porque los aportes para el funcionamiento lo realizan los trabajadores registrados y los empleadores. Este sistema posee ventajas y desventajas. Comenzando por las ventajas, todos los individuos pueden utilizar este sistema, ya que no discrimina en cuanto al salario percibido. Y pueden incluir a familiares sin costo extra alguno. Además, el costo de los copagos suele ser bajo. Las desventajas son varias, pero la más importante es la que define a las demás: es un sistema random: por azar, las personas se topan con la realidad de su obra social y, como sucede en estos casos, están las que brindan un servicio muy similar a la medicina prepaga por la calidad y la cantidad de prestaciones y centros de salud, y están las que brindan un servicio deplorable. Esto muestra al sistema de obras sociales como injusto y coyuntural. Las malas obras sociales son las que mayor migración a la medicina prepaga sufren.
La solución: un cambio drástico en el sistema de salud
Para sortear la crisis, se debe dar un cambio de sistema. Y el sistema sueco de salud es el sistema modelo a nivel global. Posee sólo dos patas: el sistema público y el privado. El sistema público es provisto, en un 88%, por los estados provinciales y municipales, mientras que un 12% es provisto por privados, con acuerdos de precios para mantener la misma tarifa que en el servicio público. El gasto en salud es de 10.1% del PBI. Sólo el 11.4% de los suecos se atiende en forma privada.
Si bien el sistema es público, no es gratuito. El costo diario por internación es de 80 coronas suecas ($88 argentinos) para los primeros 10 días y de 70 SEK ($77) por el tiempo restante. El costo por atención primaria es de entre 100 SEK ($110) y 200 SEK ($220) y la atención por especialistas puede costar entre 80 SEK ($88) y 350 SEK ($388), dependiendo de la especialidad. Pero el sistema sueco posee un límite de gastos: cuando el paciente ha pagado en el transcurso del año 1.000 SEK ($1.108), las consultas restantes son gratuitas durante el tiempo que falta para completar el año, calculado desde la primera visita. Y a pesar de tener laboratorios públicos de medicamentos y ser realmente baratos, si el paciente gasta más de 2.200 SEK ($2.438), el resto de las prescripciones médicas son gratuitas. El sistema es totalmente informatizado, y desde donde el paciente se atiende, se posee la historia clínica. La atención por turnos no puede demorar más de 60 días en controles y 30 días en seguimientos especializados. Suecia posee 60 hospitales especializados, 8 de ellos son regionales –la salud está dividida en 6 regiones- y altamente tecnologizados. La atención por turnos se realiza en clínicas privadas o municipales con las tarifas mencionadas. Para destacar: los médicos, junto a los docentes, poseen los salarios más altos de Suecia: en promedio, 82.000 SEK ($91.000).
La opción es clara. Formar un gran sistema de salud pública suprimiendo las obras sociales, parece ser la solución a la crisis del sistema argentino. No depender del sindicalista de turno, y utilizar los centros de salud sin importar la afiliación sindical, lograría reducir las inequidades del sistema. Y no sólo eso: mantener el aporte de los empleadores y empleados, pero al sistema de salud público y no a las obras sociales, permitiría aumentar el presupuesto total y llegar al 10% del PBI. Mejorar los salarios de los profesionales para que no dependan de trabajar en el sector privado, debe ser política de Estado; además de informatizar todo el sistema de datos médicos para poder atenderse en cualquier parte del país. La inversión a realizar en el sector es muy grande; pero en algún momento alguien debe hacerlo para que la Argentina se desarrolle como país.