La pobreza es una deuda eterna

La pobreza, una deuda del Estado

La pobreza es un tema redundante, reiterativo, en el marco coyuntural de Argentina. No deja de estar presente en los debates de café, de las redes sociales, en los programas televisivos, y cuando no, en las campañas políticas. Fue una de las promesas de campañas de algunos presidentes, en los últimos años, bajo el slogan “Pobreza Cero”; bajar la pobreza también, es uno de los ejes, al menos en la teoría, de los partidos de centro izquierda.

La tan apasionada temática, no escapa a las comparativas y análisis con otros países de la región como Venezuela, y su extrema pobreza, de la mano del régimen Chavista, donde la misma alcanza un 96% de la población; y la famosa comparativa con Alemania, donde se manifestó que Argentina sólo tenía 5% de pobreza. Algo disparatado, si uno conoce la realidad del Conurbano Bonaerense y la Ciudad autónoma de Buenos Aires, donde millones de personas viven en barrios marginales sin agua, ni cloacas, e infinidad de necesidades insatisfechas. Sumado a esto durante el 2013, se suspendieron las mediciones de ese indicador sin razón alguna, demostrando un nivel de pobre de profesionalismo y desprecio por la problemática.

Según el INDEC, la pobreza no ha bajado del 25% en los últimos 20 años, teniendo un descenso continuo entre los años 2002 al 2011, y un aumento importante a partir del 2017, profundizándose en el 2020 por la pandemia, donde las últimas cifras ya arrojan un 41%. El salario mínimo del 2020, se estima cerca de 220 USD, uno de los más bajos de Latinoamérica y del mundo, y por debajo de países vecinos como Bolivia, Paraguay, Uruguay y Chile, que históricamente han estado por debajo.

Las desacertadas políticas económicas y sociales llevadas adelante por el gobierno de turno y el anterior, han sumergido a los ciudadanos argentinos, en una crisis sin precedentes, donde las empresas se marchan o quiebran, a la par del continuo cierre de locales comerciales que ya vienen con esa tendencia de años anteriores. A este crudo panorama, se le suma una carga impositiva aplastante, tanto para las familias, como comercios e industria. Bajo estas circunstancias, la recuperación está lejos de encaminarse, ya que nadie invertiría en una economía inflacionaria y en constante crisis; y con una juventud que piensa en emigrar buscando una mejor vida.

La distribución de la riqueza es uno de las políticas desacertadas de este país, por su uso excesivo, que no sólo no ha resuelto el tema en cuestión, sino que lo ha empeorado, llevando a la pobreza infantil al 62% según datos de UNICEF del 2020. Estas políticas pueden funcionar, en países ricos con una clase alta y media, predominante, y cuyo objetivo es asistir a una minoría. Pero de ninguna manera, las políticas de distribución funcionan cuando la población más empobrecida tiende a ocupar un gran porcentaje, porque lo único que se logra es distribuir miseria dentro de la miseria.

El tema de la pobreza en Argentina, tiene varias aristas que si no son atendidas, jamás vamos a poder ver resultados satisfactorios. Lógicamente la presión fiscal, es una de las variables que impide cualquier recuperación, pero otros datos alarmantes lo podemos observar en algunos puntos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible del país. Como por ejemplo, la educación; y no estamos hablando de las calificaciones de las pruebas PISA, sino de tasas de abandono y repitencia de la educación media que son altísimas, y comprometen el futuro de cualquier país.

A esto sumamos el bajísimo porcentaje de ingreso a carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática, que alcanza sólo el 2%, y debería ser de al menos un 20%. Sin ingenieros, ni técnicos, es imposible que un país se desarrolle y mucho menos que baje la pobreza. Todos los proyectos de envergadura, se dificultan llevarlos adelante sin la gente con la calificación adecuada. En cuanto a las empresas, el panorama es similar, pueden interesarse cientos de empresas de TI, prometiendo infinidad de empleos, pero sin la gente formada, será imposible que se instalen. La educación es uno de los principales problemas estructurales de la pobreza y no esta siendo atendida de forma adecuada, ni por la nación ni por las provincias.

La economía de distribución de riqueza basada en la extracción de comodities como petróleo, soja, trigo y otros, no es sostenible en el tiempo, y sólo genera miseria y una clase política atada al poder, como en el caso de Venezuela, y lógicamente Argentina también. La inversión en infraestructura, educación y políticas atractivas de generación de empleo para emprendedores, y empresas , es uno de los caminos para mejorar la desastrosa situación social. El desarrollismo sostenible en miras al 2030, debería ser el principal motor de recuperación , respetando al ambiente y generando riquezas , que ayudarán a tener una estructura social fuerte, democrática e independiente. Urge por ende, poner un gran foco en la educación, concientizando a la sociedad la importancia de la misma para su futuro, y la puesta en marcha de un plan para el desarrollismo sostenible del país, basada en la atracción de inversiones y proyectos genuinos, que generen empleos y oportunidades.

Para finalizar, este problema histórico, no es sólo un asunto de Estado, sino que la sociedad debe comprometerse con la educación tanto suya como la de sus hijos, no vivir de la asistencia eterna del Estado, que nunca llega a buen puerto; las herramientas siempre estuvieron, Argentina invierte más que la media regional en educación y desarrollo social, pero los resultados son horrorosos, y demuestran una gran ineficiencia en las políticas públicas. Que el futuro muestre una Argentina de pie, y protagonista regional, no requiere de formulas mágicas, sino de un Estado que brinde una economía sólida, atractiva y previsible, que retribuya el esfuerzo de sus ciudadanos, y una sociedad comprometida con su educación y su trabajo, para lograr ser libre, independiente, moderna y progresista.

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