La responsabilidad de ser espejo de América Latina

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En la última década, América Latina ha efectuado un cambio de rumbo tanto político como económico, virando hacia gobiernos que utilizaron al populismo como herramienta para mantenerse en el poder. Estos gobiernos se han visto beneficiados por el contexto internacional, que les permitió obtener grandes sumas de dinero para aplicar sus políticas. Estas políticas les otorgaron el apoyo popular que combinado con un aparato estatal fuerte les permitió permanecer muchos años en el poder. Para esta permanencia, dividieron a la sociedad en pueblo y antipueblo, donde depende el país se busca a un enemigo al cual culpar de todos los males; anularon la independencia del Poder Judicial y redujeron a los Parlamentos a simples escribanías del Ejecutivo; crearon leyes de medios donde se controla la libertad de expresión, y en los populismos más instalados los medios de comunicación son del Gobierno. Sin embargo, estos países no supieron administrar esas ganancias provenientes de los recursos de sus países y son varios los que ahora enfrentan crisis económicas, lo que combinado con casos de corrupción, los han hecho perder ese apoyo en sus países. Estos patrones se repiten en mayor o menor medida en todos los populismos de América Latina.

El más claro ejemplo es Venezuela. Dotado de una de las más grandes reservas de petróleo del mundo, de la mano de Hugo Chávez, agrandó su aparato estatal a niveles extraordinarios. Con 299 mil millones de barriles de petróleo de reserva y un ingreso de divisas provenientes de esta actividad, que en 2014 llegó a los 75 mil millones de dólares, incrementó el gasto público y la ayuda social, lo que lo dotó de un apoyo popular mayoritario. A pesar de esto, no desarrollo infraestructura ni reinvirtió en el país. Así es como, si comparamos a Venezuela con otros países petroleros, vemos un increíble desarrollo de la economía y la infraestructura en países como Noruega mientras que Venezuela quedó relegada. Este malgasto de las reservas los llevó a una de las crisis económicas más profundas que conozca su historia, con altos niveles de pobreza y desocupación, además de una creciente escasez de productos básicos. Esta nueva situación en la que se ve inmersa Venezuela, sumada a severos casos de corrupción, incrementó el descontento social provocando movilizaciones masivas, a las que el gobierno de Nicolás Maduro respondió con hermetismo y violencia estatal. La respuesta en las urnas no se hizo esperar y el 6 de diciembre de 2015, el oficialismo venezolano sufrió su peor derrota y perdió la mayoría en el parlamento a manos de la oposición.

Brasil y Bolivia también son ejemplos de este populismo que azotó América Latina y también observamos los mismo patrones: Excesivo gasto público, combinado con falta de inversión, extremismo político e ideológico y casos de corrupción, provocaron que en Bolivia, por ejemplo, Evo Morales fracasara en su intento por acceder a un cuarto mandato tras el rotundo NO en el referéndum de las pasadas semanas. Brasil, por su parte, por el caso Petrolao, enfrenta una de las crisis políticas más grandes de su histórica, cuando hasta su Presidente, Dilma Rousseff está sospechada por corrupción y el ex Presidente y padrino político de Dilma, Lula Da Silva acaba de ser blindado mediante el cargo de Ministro para evitar la prisión. Nuevamente, la respuesta de la sociedad no se hizo esperar y las calles se ven colmadas de ciudadanos brasileños pidiendo la renuncia del gobierno.

Argentina enfrentó una situación similar hasta el 10 de diciembre de 2015. Las ganancias provenientes de la soja permitieron al gobierno de la familia Kirchner el incremento del gasto público y la ayuda social pero no fueron bien administradas y no se trasladaron a inversiones directas ni a mejoras en la calidad de vida de los ciudadanos, solo gastando recursos en aquellas áreas que les permitieran un relato épico de su gobierno. Así es como, después de años de un ingreso promedio por parte de la soja de 24 mil millones de dólares anuales, nos azota la estanflación, la pobreza y el desempleo, junto con múltiples funcionarios sospechados e investigados por causas de corrupción. Los argentinos respondimos en las urnas y, tras 10 años, finalmente la familia Kirchner abandono el poder.

Mauricio Macri tiene ahora la responsabilidad de ser la cara de la alternativa al populismo latinoamericano. Siendo el primer país que abandonó ese modelo, desde Venezuela y Brasil nos observan cuidadosamente para comprobar si esta alternativa de verdad es superadora. No solo debemos salir de esta crisis para mejorar nuestra vida y la de las futuras generaciones, si no que al hacerlo estaremos enviando un mensaje a toda América Latina, de que no necesitamos líderes mesiánicos que nos salven, que no se puede vivir del Estado, que unos pocos no pueden enriquecerse en la función pública a costa del sufrimiento de muchos. Estaremos mostrando que otro camino es posible. Si Argentina triunfa, los países de América Latina nos van a seguir, y no solo vamos a avanzar en la mejora de la calidad de vida de los latinoamericanos, si no que vamos a poder marcar el rumbo hacia una verdadera integración regional y con el resto del mundo.

La educación, el desarrollo y la verdadera unión latinoamericana son las claves para evitar la vuelta de gobiernos populistas. El camino fue iniciado por Argentina, que de aquí en más debe ser ejemplo a seguir. La república y la democracia deben prevalecer. Solo así iniciaremos la senda hacia el futuro y el progreso.

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