Las mujeres pueden frenar a Donald Trump
Así reza una consigna que en inglés circula frenéticamente en las últimas horas por las redes sociales. Se viraliza por todo los Estados Unidos sin importar raza, religión, estado civil, nivel educativo y socio económico o localidad, las diferentes variables por las que encuestadores y estrategas acostumbran a segmentar a esa sociedad.
Esta propuesta transversal respondería a un llamado de último momento, sin origen específico o partidario, en un intento casi desesperado para parar a aquel que amenaza con llevarse puesto todo el orden establecido.
Una especie de versión gringa traducida al lenguaje electoral del «ni una menos» criollo. Como en una vieja película del Oeste, la caballería americana que llegaba siempre al final de la batalla para torcer su destino cuando todo parecía perdido, esta vez podría estar integrada por valientes amazonas.
Desde hace algún tiempo la lucha y toma de conciencia del rol de la mujer y la paridad de género en todo el mundo, pero especialmente en la sociedad occidental, se ha constituido en un proceso imparable e irreversible.
Un largo camino recorrido desde aquellos tímidos intentos iniciales de obtener derechos políticos, pasando por el voto y la posibilidad de ejercer cargos públicos y las para algunos exageraciones de los feminismos extremistas.
En pocas décadas la humanidad le está reconociendo su justo lugar a un segmento que representa algo más de la mitad de sus componentes. Paradójicamente la mayoría de nuestra especie siempre estuvo relegada por los varones.
El martes que viene, la potencia por muchos años hegemónica cambia de mandatario y el cargo más influyente de la Tierra puede quedar en manos de una representante de lo que incorrectamente se llamaba el «sexo débil».
En una muestra más de los tiempos que corren, el primer Presidente negro puede traspasarle el mando a la primer Presidenta mujer. Algo impensable hasta hace tan solo unos años.
Pero el Estados Unidos profundo, el dolido por la globalización y la modernización está reaccionando y ha encontrado un representante ideal para frenar este proceso.
Trump con sus condiciones histriónicas excepcionales, su dosis de nacionalismo y su especial habilidad para destruir todos las convenciones y patear tableros y posiciones políticamente correctas, sin quedar incinerado en el intento, ha demostrado ser una formidable amenaza para obstruir este camino.
Este fin de semana las mujeres de los EEUU pueden pasar a la historia y servir de ejemplo una vez más para el resto de la humanidad. Si logran reaccionar y actúan en forma organizada y transversal, como lo indica la consigna que circula por las redes sociales, pueden demostrar que ha irrumpido una nueva fuerza con poder político que una vez que se propone algo resulta imparable.
Qué mejor causa unificante que luchar contra un candidato que se ha mostrado como un machista, con claras actitudes de misoginia, que representa sin dudas todo lo contrario a la lucha por la paridad de género y que para colmo enfrenta a la primera mujer con posibilidades de acceder a la presidencia.
Si es cierto que a lo que asistimos es a una verdadera revolución, el martes que viene las ahora rebeldes podrán tomar su Bastilla americana y terminar ajusticiando al representante del viejo orden, cortando de nuevo una cabeza con peluca, aunque esta vez en tonos de naranja y no empolvada como la de los borbones franceses.
Todo en forma figurada y sin volver a la sanguinaria guillotina por suerte. Ventajas de la democracia en que vivimos