El fenómeno del Kirchnerismo se encuadra en un proceso político complejo en relación a la concepción del Poder que fue mutando según la realidad argentina en cada elección. Estos doce años de gobierno dejaron mucha tela para cortar, desde las conquistas sociales generadas por este movimiento pero también por las grandes deudas sociales que le delegará al próximo gobierno.

Sería ofensivo querer resumir en una columna, la gestión de tres mandatos presidenciales, pero creo necesario advertir y focalizar en este texto un punto de lo que fue y es el Kirchnerismo: Su raíz social e ideológica. Aunque mucho se esfuercen los ideólogos de Carta Abierta o desde las distintas agrupaciones que nuclea Unidos y Organizados en querer instalar un paralelismo entre las palabras Kirchnerismo y Pueblo la realidad muestra otra cosa.

A mi entender, las únicas manifestaciones en relación a movimientos populares se dieron con los gobiernos de Hipólito Yrigoyen y en especial con el de Juan Domingo Perón. Uno puede estar en contra o favor de ellos, pero es innegable el legado popular de estos dos personajes en la historia. En ellos se puede vislumbrar un vector fundamental y distintivo de estos movimientos: El de poseer el amor de los humildes. Este factor intrínseco, el Kirchnerismo no lo pudo generar. Más bien, el Kirchnersimo sedujo y logró el amor de los sectores más progresistas de la clase media, que reivindicaban las banderas de la defensa de los Derechos Humanos o por la injerencia e intervención del Estado en los distintos asuntos de la vida cotidiana en contraposición con la otra parte de la clase media, que se inclina más por las libertades del mercado y por la defensa de los ideales de la República. No obstante, hay una herencia del peronismo que se repite en el Kirchnerismo: El desdén de los ricos –de los que no se han enriquecido fruto de una concesión estatal-. Pero en materia de origen social, hay mucho más alfonsinismo y FREPASO en esta caracterización y poco peronismo.

Con el Kirchnerismo no hay lucha de clases, tampoco fragmentación de la sociedad por estamentos entre los que están a favor o en contra del gobierno. Lo que sí existe es una lucha en el seno de la clase media. ¿Quién no tiene un familiar que apoya al gobierno nacional y no hablan de política en la cena para no generar una discusión? Hay discusión dentro de la familia, en el consorcio de un edificio, entre compañeros de universidad o de trabajo. Pero no hay confrontación entre el propietario de un inmueble con su mucama o con el que trae los bidones de agua. Es decir, la fractura se encuentra dentro de esta clase y no en la sociedad en su conjunto.

Además, la doctrina y el fundamento ideológico se dan en los sectores medios. ¿Cuántos son los que viven en una villa o barrio humilde y leen Página 12 o autores como Atilio Borón, Jauretche o Forster? El kirchnerismo es un movimiento que va del centro a la periferia, en la periferia no existe el fundamento ideológico que crea el ímpetu de militar. Allí las ganas de hacer política se originan por razones completamente ajenas a la doctrina.

Es oportuno ahora dejar en claro que una cosa es que la sociedad le dé el voto a un partido político y otra que sigan los ideales del mismo. La sociedad en su conjunto votó por Cristina, como también por Alfonsín o Menem, pero la legitimidad del voto no los avala para salir a afirmar que ellos son populares. Lo de nac&pop es verso. El amor pasa por otro lado, y el de los humildes nadie lo pudo lograr desde que regresó la democracia. No obstante, el kirchnerismo logró el amor de una parte de la clase media, que con su fanatismo irracional llora la muerte de Néstor o por el vaciamiento ideológico de sus banderas que sufrieron en los 90 –aunque omiten admitir el hecho factico de que sus líderes fueron parte de esa década de vaciamiento patrimonial y de principios justicialistas-. Pero el pueblo no lloró ni a Néstor ni a las banderas. Solo son personas con problemas, con necesidades que nadie les solucionó. Solo son personas que sienten que el contrato social entre ellos y el gobernante se quebró y que cada dos años vienen con promesas vacías a pedir el voto. Dicen que los perros con tal de comer pueden soportar hasta lo insoportable, pero nosotros como sociedad nos merecemos más que soportar. Cada ciudadano tiene que realizarse dentro de la sociedad, nos moviliza el deseo empírico de ser feliz y los gobernantes tienen que generar las condiciones para que esto se pueda lograr. Los militantes derraman lágrimas por sus símbolos mientras que la sociedad las derrama cuando los padres tienen que enterrar a sus hijos víctimas de la inseguridad, a pesar de que para algunos solo es una sensación.

Confío que se hacen llamar populares por ausencia de conocimiento en relación a la materia expuesta y no por mala intención. Confío que no creen que repetir mil veces una mentira la transforma en verdad. Confío que esa baja autoestima en relación al rencor a su propia pertenencia social generada, entre otras cosas por el odio jauretchesco a la clase media, no sea un factor hereditario para lo que quede del kirchnerismo después del diez de diciembre. Confío que el cambio se puede dar incluso en los lugares que uno menos cree. No obstante, creo que este debate, que a la Argentina le cuesta encontrar su punto medio, todos los grandes contrapuntos de los últimos años, peronismo – antiperonismo, kirchnerismo – antikirchnerismo nos han dejado como saldo la imposibilidad de encontrar un punto medio de cordura que pueda superar el drama argentino de seguir buscando y sin encontrar un camino en común donde podamos transitar todos. ¿Será el resultado de las próximas elecciones el que nos permita encontrar ese camino?…

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