Los medios de prensa y sus mentiras verdaderas

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Muchos queremos dejar de hablar del Gobierno anterior. Muchos queremos cerrar la puerta que nos retrotrae al kirchnerismo y abrir la puerta que nos lleve al futuro. Mas no podemos; el anclaje de la herencia recibida no permite despegarnos fácilmente del terreno fangoso para empezar a transitar un camino promisorio. Ya pasaron más de 100 días del nuevo Gobierno y todavía, ni los medios de prensa ni los ciudadanos pudimos pasar la palanca de cambio a la segunda velocidad.

Obviamente, el hablar de aciertos y errores, el definir qué decisiones son o no correctas es más fácil hacerlo con el hecho consumado, luego de evaluar los resultados obtenidos. Para ello, se deben tener dos cosas: por un lado saber qué decisiones se toman, y por otro, saber cuál es su impacto. Esto se logra pura y exclusivamente a partir de la comunicación. El ciudadano de a pie (básicamente, una altísima proporción de la Argentina) conoce las decisiones que se toman y mide los impactos que ellas producen, a partir de las noticias que imparten los medios de prensa. Entendamos que es difícil acceder a la información cruda, masticarla, analizarla y sacar conclusiones de manera cotidiana, por eso, echamos mano a los medios de prensa.

“Algo huele mal en Dinamarca”, frase británica famosa si las hay, se usa actualmente para describir actos de corrupción en los distintos Gobiernos alrededor del mundo. Para saber si algo huele mal en Argentina, debemos enterarnos de alguna manera, y para eso están los medios de prensa, los periodistas y los comunicadores, encargados de buscar la información, masticar y procesar los datos e informarnos a la plebe. Pero (y siempre hay un pero), muchas veces la ética profesional camina por un sendero un tanto tortuoso.

Según el filósofo argentino Tomás Abraham, los medios de prensa no imparten ideología, ni modifican la forma de pensar de sus consumidores, solamente comunican (a su conveniencia). En este sentido, un ejemplo que permite entenderlo es: si usted piensa que el Gobierno anterior fue el mejor que tuvo la Argentina, por más que vea al gordito golpista en el canal del maléfico Magnetto, no va a cambiar su pensamiento, es más, se transformará en crítico destructivo del periodista. Lo mismo sucede si su ideología es opuesta y estuviera mirando 678. O cambia de canal, o critica cada opinión de sus panelistas. Ahora bien, ésto sucede siempre y cuando usted tenga chances de elegir, lo cual es esencial.

Si a la necesidad de nutrirse de noticias de cómo estamos y hacia dónde vamos, le sumamos la voracidad de los medios de prensa de lograr la noticia, esto genera un caldo de cultivo gigantesco para potenciar -hasta el hartazgo- el estado de ansiedad social que día a día se ve acrecentado. No es cuestión de definir si fue primero el huevo o la gallina, si los medios de prensa incentivaron al estado de ansiedad, o viceversa; la cuestión que debemos plantearnos es qué nos está pasando como sociedad. Estamos ansiosos, nos brota la ansiedad por los poros. Algunos buscan y esperan las soluciones a los grandes problemas surgidos durante el último Gobierno, otros tienen ansiedad para que al Gobierno actual le vaya mal, muy mal. El problema recae en que si al Gobierno le va mal, nos va mal a todos.

Esta última semana estuvo empapada de noticias impactantes. La salida de la Argentina del default declarado en el 2001 (recordemos que Rodríguez Saá se paró del sillón de Rivadavia, declaró el cese de pago de las deudas de la Argentina, se sentó nuevamente y firmó su renuncia), la renuncia aceptada de Oyarbide (emblema de la corrupción desde hace muchos años), o el llamado a indagatoria de CFK (repito, llamado a indagatoria) y la liberación de la zona aledaña de Comodoro Py a la Cámpora. Todos estos son hechos que no sabemos a ciencia cierta cómo han sucedido ni en qué van a terminar; inclusive, si nos tomamos el tiempo de leer diferentes periodistas no hay término medio, las cosas son blancas o negras. Una posible solución a esta desinformación o información parcial es que el nuevo Gobierno comunique mejor a la población.

Los extremos que hoy leemos se deben a que los medios de prensa fueron la clave del éxito del anterior Gobierno nacional. El eje de lucha que se centró en los monopolios comunicacionales, sumado a la hegemonía concentrada del grupo Clarín y las necesidades de impartir relato a diestra y siniestra, obligaron a incrementar el gasto público en pauta oficial por doquier, para introducir su más preciado tesoro, el fanatismo político. Eso se hizo creando sus propios medios de prensa hegemónicos, a costillas de la plata de todos. Tal es así que actualmente hay muchos medios que han dejado de publicar por imposibilidad real de pago a sus empleados, ya que la pauta oficial repartida por el Gobierno anterior, desapareció.

La creación de fanáticos (persona que se manifiesta con pasión exagerada, desmedida y tenaz en defensa de una idea, una teoría o un individuo) del relato, preocupa. Un fanático es una persona profusa en su proselitismo hacia una causa política o hacia una persona a quien idolatra. Psicológicamente, la persona fanática manifiesta una apasionada e incondicional adhesión a una causa, un entusiasmo desmedido y monomanía persistente hacia determinados temas, de modo obstinado, algunas veces indiscriminado y violento.

Fanatismo y ansiedad son dos bastiones que nublan la razón (populista o no) e impiden ampliar el horizonte de las ideas y proyectos. Este fanatismo ansioso es lo que dificulta separar la paja del trigo de las decisiones. Seamos prudentes, pacientes y entendamos que las soluciones inmediatas y a corto plazo sólo se transformaron en apósitos para tapar heridas, pero que hoy se están pensando soluciones a mediano y largo plazo, que tengan un impacto positivo sobre el futuro de la Argentina.

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