Martiniano Molina, el hombre que conquistó Quilmes
El pasado 25 de octubre, un hecho histórico se produjo en la localidad de Quilmes, en la Provincia de Buenos Aires. Luego de la intendencia del polémico Aníbal Fernández (1991-1995), el mandato de Federico Scarabino (1995-1999), la intendencia de Fernando Geronés (1999-2003), el mandato de Sergio Villordo (2003-2007) y los dos mandatos de Francisco Gutiérrez (2007-2011;2011-2015), el ex chef y ex jugador de handball de la Selección Argentina, Martiniano Molina, logró -con el 44,39% de los votos- la intendencia quilmeña. Gutiérrez (del Frente para la Victoria) se ubicó 12 puntos abajo y consiguió el 32,37%. En tercer lugar, estuvo el periodista deportivo Walter Queijeiro, candidato del massismo.
Esta “sorpresa” que Mauricio Macri y María Eugenia Vidal propusieron para «el cambio”, probablemente sea el fenómeno más explosivo en esa búsqueda de personajes con repercusión pública que hizo el PRO –como ya lo había hecho con Miguel del Sel (ex MIDACHI), para integrar la gobernación de Santa Fe-. Sin embargo, tiene poca, o casi nula, experiencia en política. Vamos, entonces, a intentar abundar en la biografía de tan enigmático candidato.
Martiniano Faustino Molina asistió toda su adolescencia al Colegio Nacional de Buenos Aires. El punto más fuerte de conexión con el mundo político que tiene remite a su padre, Jorge Molina. Él fue presidente del Concejo Deliberante de Quilmes, hasta el 8 de septiembre de 2008; también fue secretario de Gobierno, durante la gestión del intendente Eduardo Camaño, y funcionario del Ministerio de Salud, durante la segunda presidencia de Carlos Menem. Martiniano llegó a la política dura en el último año. Mientras el kirchnerismo publicaba su década ganada, participaba con ONGs para difundir a quienes producían, de manera responsable, natural y orgánica, los alimentos; formó, además, su propia escuela, Waldorf, basada en un sistema de educación que fomenta la imaginación de los niños a través de actividades artísticas.
Respecto ya a su intendencia en Quilmes y a sus acciones políticas, Molina expresó tajantemente que “no les prometo absolutamente nada a los vecinos, porque sería volver a tomarles el pelo. A mí, los gobernantes me prometieron y no cumplieron. Me comprometo, con honestidad y transparencia, a laburar en la línea de la ley, de las reglas. Hoy, es todo una joda; cada uno hace lo que le parece y piensa que porque está en el Estado es dueño de los recursos y de hacer lo que quiera. Es lamentable que esto suceda”.
Anteriormente, en una entrevista brindada al diario uruguayo El País, cuando se le preguntó por su escuela (y el llamado de Vidal aún no había ocurrido), además de que ni tenía pensado ser candidato, Molina dio toda una definición de lo que para él es la política y declaró: «No soy oficialista, ni tengo una línea político-partidaria. Sí, es política de lo que estamos hablando, pero trato de que se corra del lineamiento ideológico, porque creo que nos toca hacer otras cosas antes que perder el tiempo discutiendo derecha-izquierda, peronismo-radicalismo. Me parece que hay situaciones muy graves que están aconteciendo a nivel social, que tienen que ver con nuestros niños y que atraviesan lo cultural, lo educativo, y que debemos prestarles atención”.
Ya electo, Martiniano Molina, brindó una conferencia de prensa en la que expresó su intención de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos de Quilmes, con la finalización de obras que están paradas hace años. Una de ellas es la obra del bajo-vías de la calle Espora, en Bernal, la cual no finalizará la actual gestión. Al respecto, sentenció que “los trabajos habrá que finalizarlos” y señaló, claramente, que los tres primeros meses de su gestión serán de reordenamiento y no de proyectos a futuro.
Después de varios años, un cambio llega a Quilmes para intentar dar respuesta a aquello que está en boca de todos. Martiniano Molina es el encargado de realizarlo, pero para eso, deberá romper con todos los pronósticos estadísticos, como también deberá hacerlo María Eugenia Vidal.