Obama, Cuba y una visita de gran importancia
El viaje emprendido por Barack Obama a Cuba ya es, sin lugar a dudas, un hecho histórico. Transcurridas casi nueve décadas de la última vez que un mandatario estadounidense pisó el suelo de esta isla del Caribe, la llegada del actual presidente a suelo habanero se da en el marco del acercamiento registrado entre dos países sin vínculos diplomáticos desde los inicios de la Revolución hasta agosto último.
Las negociaciones recién comienzan, y quedan importantes aspectos por resolver: mientras los EE.UU. pugnan por que los hermanos Castro inicien una apertura democrática que permita a las voces opositoras expresarse, el régimen cubano exige la devolución de la Base Naval de Guantánamo y una indemnización en respuesta a los perjuicios originados con motivo del embargo impuesto en 1960 por Dwight Eisenhower (1953-1961), y endurecido a lo largo de los años.
En su último discurso sobre el Estado de la Unión, Obama reconoció que el bloqueo comercial, económico y financiero contra Cuba no ha tenido efectos positivos, y llamó a que los congresistas lo deroguen. Sin embargo, la mayoría absoluta con que el Partido Republicano cuenta tanto en la Cámara de Representantes como el Senado, hace pensar que, por lo pronto, esta medida seguirá en pie y sólo podrá ser flexibilizada a través de órdenes ejecutivas.
Todo queda en manos de la política
Las próximas elecciones generales estadounidenses, a efectuarse el martes 8 de noviembre, determinarán si la política exterior de corte dialoguista emprendida por Obama será continuada en el tiempo, o bien comprenderá otro intento fallido, similar al registrado a fines de los ‘70.
Del lado demócrata, Hillary Clinton entiende que el embargo no solo fracasó en generar una situación de apremio tal que lleve a la población a revelarse contra los Castro, sino incluso permitió a éstos culpar a los EE.UU. por las dificultades económicas registrables en la isla, motivo suficiente para que sea derogado. Asimismo, indica que se reuniría con voces opositoras al régimen y no duda en considerar a Fidel y Raúl “dictadores autoritarios”.
Por su parte, el senador Bernie Sanders ha manifestado sendos elogios hacia los sistemas educativo y sanitario implementados en Cuba, y también promueve el levantamiento del bloqueo, ya que el intercambio comercial mejoraría el nivel de vida de la población, permitiéndole cubrir sus necesidades básicas y brindándole mayores herramientas para reclamar una democracia pluralista.
En cuanto a los republicanos, es Donald Trump quien -sorprendentemente- apoya la aproximación iniciada por Obama, planteándose así contra la opinión que impera en su partido, donde la representante Ileana Ros-Lehtinen y el senador Marco Rubio dominan el coro de voces contrario al levantamiento del bloqueo, y promueven mayores sanciones contra la isla.
Esta segunda postura es compartida por Ted Cruz y John Kasich, quienes levantan la bandera del retorno al anterior statu quo. Una visión de tal tipo contaría con el firme apoyo de hijos de exiliados cubanos, pero no tanto con el de generaciones posteriores, las cuales descreen de las posturas demoníacas que ciernen sobre el castrismo.
Una nueva etapa, en la mira de Obama
El proceso de entendimiento entre Estados Unidos y Cuba debe ser analizado en medio de un contexto donde el presidente Obama busca entablar vínculos de corte cooperativo con los demás mandatarios, sin por ello hacer que su país pierda el rol dominante que juega al interior del sistema mundial.
En paralelo, el general Raúl Castro ya no dispone de los alimentos y barriles de petróleo que le otorgaba el Gobierno venezolano en épocas de bonanza, y observa que el desembarco de compañías estadounidenses en “suelo revolucionario” generaría el cúmulo de dólares necesario para dar nueva vida a una estructura económica anclada en el tiempo, sin grandes perspectivas.
Seguirán la desconfianza y los recelos mutuos, dado que los protagonistas de este acontecimiento discrepan profundamente sobre qué es lo mejor para sus conciudadanos: mientras gran parte de los militares estadounidenses destinados en Guantánamo aboga por mantener funcionando la Base Naval, la jerarquía cubana sigue -y, presumiblemente, seguirá- impidiendo a las opositoras Damas de Blanco manifestarse libremente por las calles de La Habana.
La visita del presidente Obama a Cuba implica un signo de evolución en el tipo de vínculo que existe entre dos países cuyos líderes solo han tensado la cuerda a lo largo del tiempo, sin que ello diera buenos frutos. Ante acciones equivocadas, nada mejor que adoptar una nueva postura.