Para evitar el default hay que anticiparse
Habrá frustración entre los acreedores, fueron las palabras de Martín Guzmán ante el Congreso para llevar a cabo un cambio de estrategia de «amigable» a «dura» y de esta forma encarar la reestructuración de deuda pública que determinara en buena medida el futuro de economía argentina.
Las expresiones de la misión técnica del FMI en Buenos Aires al finalizar su visita al país, se alinean con las expresiones del Ministro, en relación a la posibilidad de realizar una quita a los acreedores privados en la reestructuración de deuda y de esta manera hacerla sostenible en el largo plazo.
A medida que los plazos se acortan, la negociación con los acreedores tiene distintas aristas, pero para comprender la dificultad de la misma debe notarse la particularidad de la reestructuración en marcha. El momento en que se lleva a cabo la negociación es clave, el grueso de la deuda a canjear no ha sido declarada en default ni reprogramada. El escenario es claramente mejor tanto para el país como para los acreedores, en comparación a si se hubiese producido una cesación de pagos y luego la reestructuración, pero no por ello debería soslayarse la complejidad de la negociación. Todo lo contrario, esta negociación tiene una dificultad intrínseca que se verifica todos los días en el mercado de renta fija, los títulos locales si bien con una perspectiva negativa dada la alta probabilidad de ser reprogramados tienen valor o paridad superior al que tendrían si se reestructuraran luego de un default. Hoy los bonos argentinos tienen mercado secundario, en caso de default este desaparecería.
Si bien las pérdidas en renta fija fueron muy pronunciadas desde que Argentina perdió el acceso al mercado de crédito internacional en abril de 2018 y durante 2019 los bonos sufrieron pérdidas superior al 50% de su cotización tanto en la bolsa local como en Nueva York, aun así presentan paridades entre el 30% y 40% en el mercado secundario. Por la otra parte, el gobierno está decidido a sostener la reputación de pago del Estado frente a los acreedores y esto es positivo dado que repercutirá favorablemente en la prima de riesgo o sobretasa que, tanto el Estado como empresas del sector privado tendrán en el futuro para financiarse en el exterior.
Es en este contexto donde encontramos uno de los problemas medulares de la negociación: la propuesta del Estado, ahora respaldada incluso por el propio Fondo Monetario, requiere una quita en el valor nominal de la deuda para hacerla sostenible, pero la oferta debería ser algunos puntos superior a lo que ofrece el mercado secundario para que el canje genere la aceptación mayoritaria entre los acreedores.
Los acreedores por la otra parte hacen caso omiso a los movimientos del gobierno frente a la deuda y hasta la fecha han demostrado escasa o nula predisposición a aceptar reprogramaciones con el Estado argentino, verificado en las dos experiencias recientes, tanto en la provincia de Buenos Aires como en jurisdicción nacional con el AF20. Ante cada vencimiento retiran los dólares.
Así las cosas, las negociaciones no serán amigables, la cuerda se tensa a medida que el reloj corre para las partes, gobierno y acreedores conocen el final inexorable de la película si no se acuerda una reestructuración de la deuda. A partir de allí, las partes evalúan las ganancias y pérdidas sobre la mesa de negociación. La posibilidad de prepararse para la falta de acuerdo, no sólo debe anticipar una alternativa dentro de los escenarios posibles, sino que puede operar en la mejora de la posición de los negociadores del país frente a la actitud de mayor firmeza por parte de los acreedores.
Por Hugo Vasques, licenciado en Economía. ex auditor General de la Ciudad de Buenos Aires. (Fuente original: La Política Online)