Parrilli y Mena, imputados por presunto tráfico de influencias

El fiscal federal Ramiro González imputó por tráfico de influencias a los ex jefes de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) Parrilli y Mena a raíz de la difusión de la transcripción de una supuesta escucha telefónica en la que hablan de influir sobre una decisión del juez federal Sebastián Casanello, informaron fuentes judiciales.

Parrilli y Mena habían sido denunciados la semana pasada luego que trascendiera una presunto diálogo entre ellos en el que hablaban de persuadir al juez Casanello para que no procesara al ex titular de la AFIP Ricardo Echegaray en el marco de una causa en la que está detenido por lavado de dinero el empresario Lázaro Báez.

Las transcripciones de los diálogos que dieron origen a la denuncia del abogado Santiago Dupuy de Lome, serían de escuchas realizadas en el marco de una causa que se encuentra en manos de la jueza María Romilda Servini en la que se investiga un presunto robo de documentación en la AFI.

La saga de escuchas comienza con un diálogo en el que Echegaray le dice a Parrilli que tiene que declarar ante Casanello en el marco del caso Báez, en el que asegura: «Yo (al juez) no lo conozco, nunca estuve con él. Y por lo que estoy averiguando, me quiere procesar por nada».

«Yo lo conozco. Lo conocí una vez que fui a hacer una denuncia de (Antonio) Stiuso. La impresión que tengo es que es bastante flojito, que es presionable. Yo le tengo miedo a este hijo de puta, el que tiene relación es Julián (Álvarez). Lo voy a llamar a Julián a ver qué puede hacer», fue la respuesta de Parrilli.

Tras ese diálogo se habría producido la conversación entre Parrilli y Mena en la que el ex titular de la AFI le realizó el pedido de que el entonces secretario de Justicia, Álvarez, intercediera ante el juez Casanello en favor de Echegaray.

La denuncia se encuentra radicada en el juzgado federal 5 que se encuentra subrogado por Marcelo Martínez de Giorgi desde la renuncia del magistrado Norberto Oyarbide.

Pero…quiénes son Parrilli y Mena

Parrilli es abogado de la UBA. Comenzó su militancia en la década del ’70 cuando conoció a Néstor Kirchner. Dejó la actividad política durante la dictadura y con el retorno de la democracia fue diputado provincial en Neuquén (1983-1987), presidiendo el bloque Justicialista entre 1986 y 1987. En 1989 fue electo diputado nacional por la misma provincia.

En 1991 fue candidato a gobernador, pero perdió frente a Jorge Sobisch. Alejado de los primeros planos de la política, en 1998 fue uno de los integrantes del Grupo Calafate, espacio liderado por el entonces gobernador de Santa Cruz, Nestor Kirchner. Cuando éste llegó a la presidencia pasó a estar al lado sin pausa.

Cuenta la anécdota que cuando Néstor lo llamó por teléfono para avisarle que lo iba a designar, Parrilli se emocionó hasta las lágrimas. La otra vez que se quebró fue ante las cámaras de América cuando defendió al expresidente por una investigación de Jorge Lanata: «¿Qué es lo quieren? Que la gente no recuerde a Néstor Kirchner como seguramente lo recuerda».

Con Cristina tuvo mayor actividad y poder. Se convirtió en el escriba oficial de las desmentidas presidenciales y en encargado de obras de las remodelaciones de la Casa Rosada y Tecnópolis.

«Deje de contar arbolitos en imágenes que le preparan sus asesores y dedíquese, en serio y sin mentiras, a gobernar la ciudad de Buenos Aires, que para eso lo votaron», le dijo a Mauricio Macri por la polémica de los árboles de Tecnópolis y la 9 de Julio.

Después volvió a pelearse con el entonces jefe de gobierno por la estatua de Cristobal Colón: «Ante una nueva… ( adjetivelo el lector para que Mauricio no se ofenda) del macrismo y sus opiniones a favor de los diarios ultra oficialistas macristas Clarín y La Nación, relativo a las tareas que se vienen realizando por esta Secretaría General en relación al cuidado y resguardo del Monumento a Colón, en la Plaza del mismo nombre, a su historia y propiedad, pasamos a dar los siguientes datos objetivos y públicos», dijo.

Fue uno de los primeros beneficiados en obtener luz de nuevos generadores por parte de Edenor y Edesur cuando una buena parte de la ciudad estaba sin luz.

A Mena, de joven no le interesaba ser un militante de la política. Pero desde que decidió estudiar derecho penal en la UBA y conoció a Zaffaroni, flamante ex juez de la Corte Suprema, supo que iba a ser un militante de la Justicia. Desde la Secretaría de Inteligencia, fue el hombre del Gobierno para incidir sobre los jueces con las herramientas que le da el mundo del espionaje, donde la información es poder.

Llegó al Estado en 2001 y el fin del ciclo kirchnerista lo encontró, 14 años después, como el segundo hombre en importancia de la Secretaría de Inteligencia. Fue parte de un movimiento decidido por la ex Presidente Cristina Kirchner para imponer un control político más firme sobre el organismo. El desafío de su nueva función fue alinear a los díscolos funcionarios del Poder Judicial en el fuero federal.

Mena fue puesto en funciones por el Oscar Parrilli, el 19 de diciembre. Fue el ejecutor de las políticas del hombre de máxima confianza de Cristina Kirchner. En la jerga de la ex SIDE, Mena se transformó en el Señor 8, número que lo identifica como subsecretario de Inteligencia. No tenía trato personal con el neuquino que desde 2003 acompañó a los Kirchner como secretario general de la Presidencia. Pero referencias internas no le faltaron: su actuación en el Ministerio de Justicia, en donde se desempeñaba simultáneamente como subsecretario de Política Criminal y jefe de Gabinete, le sirvió para que su ascenso fuera impulsado tanto por el ex viceministro Julián Alvarez, referente político de La Cámpora en el Ministerio, como por su jefe directo, el ex ministro Julio Alak, cada vez con menos poder en su propia cartera.

Su rol en en la recopilación y síntesis de proyectos que dieron origen al nuevo Código Procesal Penal, convertido en ley a principios de diciembre, ayudaron a darle un perfil más visible a su tarea. Hasta entonces, era uno de los interlocutores naturales del Poder Ejecutivo con los jueces de Comodoro Py, cuyos pasillos ya caminaba desde mediados de 2013 junto a Franco Picardi, subsecretario de Relaciones con el Poder Judicial, y Ernesto Kreplak, subsecretario de Coordinación y Control de Gestión Registral, y con quienes entraba a los despachos sin golpear la puerta, siempre buscando pasar inadvertidos, llevando mensajes del poder.

Por ese entonces le daba reportes directos a Alvarez, aunque cuando detectaban algún movimiento judicial fuera de lo común, sus explicaciones llegaban al despacho de Carlos Zannini, el poderoso secretario Legal y Técnico de la Presidencia.

«Siempre entré a Tribunales por la puerta de adelante, eso no tiene por qué cambiar», le dijo a uno de sus interlocutores habituales en ese ámbito después de enterarse de su nuevo destino. Aunque la última vez que los periodistas lo descubrieron cuando intentó evitar que se declara inconstitucional el pacto secreto con Irán por la AMIA, pidió por faor que se olvidarán de su presencia allí. Ese día fracasó.

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