La llegada a la República Argentina del presidente norteamericano, Barack Obama, pone en tela de juicio la relación bilateral que se busca con el país del norte.  El embajador argentino en Estados Unidos, Martín Lousteau, reflejó en varios medios que se están buscando relaciones maduras con dicho país. Ni relaciones carnales como en la época menemista, ni relaciones distantes como en la época kirchnerista.

Los argentinos inconscientemente solemos preferir a los productos extranjeros por sobre los productos locales y cuando contamos con un dólar relativamente barato, aprovechamos la oportunidad y compramos importados sin pensar en la industria nacional y en los puestos de trabajo que se pierden. Eso no sólo ocurre a nivel de productos consumibles, sino también a pensar que porque vengan empresas extranjeras, necesariamente seremos un país mejor. La evidencia empírica nos muestra que no es así, sino que muchas veces sucede todo lo contrario.

La década del 90 trajo consigo una cantidad innumerable de privatizaciones de compañías estatales de servicios públicos y cuyo funcionamiento estaba puesto en duda. Numerosas familias no tenían teléfono de línea en sus hogares y la solución llegó rápidamente, mediante una gran suba de tarifas por parte de las compañías telefónicas privatizadas. Con las energéticas  pasó de forma similar: muchas familias no tenían luz ni gas de red y a partir de las privatizaciones lo pudieron lograr. Pero no todo lo que brilla es oro. Luego de años de permanencia dentro del país, se estancaron las empresas y el servicio volvió a la ineficiencia anterior, con grandes apagones de luz y gas, falta de inversiones y obras, entre otras cuestiones.

Las relaciones carnales del menemismo con Estados Unidos sirivieron para que el país fuera un esclavo de las voluntades de este último, contrabandeando armas a los aliados norteamericanos, regalando empresas nacionales a las multinacionales, bajando los salarios para que dichas multinacionales puedan ampliar su ganancia extraodinaria. En fin, se regaló soberanía, comercio, productividad industrial.

En la década siguiente, se comenzó fríamente con el «no al ALCA» y se continuó con la misma sintonía e inclusive peor. Descendieron las exportaciones comerciales  a niveles insólitos (casi tan bajo como 1930) sobre todo de carne vacuna, debido a inconvenientes tecnológicos, para unos, y por trabas proteccionistas, para otros. En fin, se decidió cambiar las relaciones carnales por las relaciones frías con Estados Unidos y relaciones Carnales con Venezuela.

Para ningún país del mundo, las relaciones bilaterales casi exclusivas son beneficiosas. Por cuestiones lógicas, los países tienen que tener buena relación comercial con sus vecinos porque se facilita por bajo costo. Por ello, las alianzas como la Unión Europea, el Asian, el Nafta, Mercosur, entre otros acuerdos. Estos acuerdos son respetuosos con las voluntades políticas de los países de generar el acuerdo. Pero son beneficiosos para los países que participan en ellos, ya sea porque reciben productos que no producen, o porque genera puestos de trabajo. Estos acuerdos son parte de las relaciones maduras.

Generar relaciones maduras con otros países no significa entregar soberanía ni aceptar o acatar lo que diga una de las partes. Potenciar acuerdos comerciales que sean beneficiosos para ambos países es la base fundamental de las relaciones bilaterales maduras.

La visita de Obama y las relaciones comerciales

Antes de pensar en un acuerdo de comercio, debe pensarse en las necesidades y en las potencialidades que posee el país. No destruir ni perjudicar sectores pujantes de la economía local en detrimento de un sector particular. Pongamos un ejemplo. Argentina exporta carne vacuna libre de impuestos a Estados Unidos y el país del norte nos envía automóviles terminados, también libre de impuestos.  El acuerdo comercial no  tiene sentido para nuestro país ya que somos un productor fundamental para el cono sur de autos  y es un sector generador de mano de obra en cantidad. Por lo tanto, un acuerdo de estas características sería perjudicial socialmente para el país, aunque económicamente sea beneficioso en cuestiones de ingreso.

Yendo a la cuestión particular de nuestro país con Estados Unidos, hay que comprender que las relaciones bilaterales son relaciones de poder. Relacionarnos con un país poderoso como lo es EE.UU, pueden ser vitales para lograr otras relaciones con países desarrollados. Es posible con esto traer importantes inversiones, pero también generar nuevos vínculos comerciales positivos. Pero también puede tener sus consecuencias. Llevar al extremo las relaciones con un país determinado puede perjudicar las relaciones con otros países. En el caso argentino, ampliar la relación con Estados Unidos puede perjudicar la relación con Rusia, China, y también con nuestros hermanos del Mercosur.

Estados Unidos produce no solo bienes industrializados sino que también exporta bienes primarios y servicios.  Nuestro país debe ejercer el poder de productor de bienes primarios y agroindustriales para que ingresen solo aquellos bienes que sean necesarios para nuestra economía, como bienes de capital. Más allá de los rumores que suenan que permitirían el ingreso de bienes importados para “competir” con los locales para bajar los precios inflados, la realidad es que si se diera el ingreso a mansalva de importados destruirían la economía nacional y la regional. Tengo la esperanza que el equipo económico tenga la conciencia de la situación económica actual que no se pueden perder puestos de trabajo en el sector privado. Recuperar la mano de obra especializada es muy costoso y capacitar al mismo nivel a un empleado nuevo puede demorar años.  

Por último, vale mostrar el mensaje que solamente con inversiones y crédito se sale de la situación actual de recesión. Y que con esos fondos, se generen más puestos de trabajo y actividad. Solo de esa manera, vamos a poder poner a nuestro favor con mayor facilidad las relaciones bilaterales comerciales, con mayor poder.

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