Viejos y nuevos conflictos regionales

El ataque a un vehículo militar israelí en la frontera con El Líbano, con un saldo de dos soldados muertos, en respuesta a un ataque previo de Israel a Hezbollah, donde entre otros murió un general iraní, son los primeros tambores de guerra que preludian lo que puede convertirse rápidamente en un conflicto de gran magnitud, que daría una nueva dosis de tensión a una región explosiva, regada de conflictos entre sunitas y chiitas y varias guerras civiles, con Siria como su más acabada y trágica expresión.

A mediados de enero, Israel realizó un ataque aéreo en territorio sirio en el que murieron cinco integrantes de la milicia chiita Hezbollah y un general iraní. En esta operación se destruyó un convoy en el cual viajaban, entre otros, Jihad Mughniye, hijo del famoso comandante Imad Mughniye, jefe militar de Hezbollah acusado de ser partícipe en el atentado a la AMIA, asesinado en un atentado en Siria en 2008. Este ataque puso a Hezbollah en una situación delicada, que lo enfrentó a la disyuntiva de correr el riesgo de perder el prestigio que mantienen en el mundo árabe si no contestaban al operativo israelí. Entre los motivos de la escalada del conflicto influyó el descubrimiento de Hezbollah de un infiltrado del Mossad en un puesto clave de su organización. El individuo en cuestión se llama Mohammed Shawraba, de 42 años, quien ocupaba el puesto de Director General de la secreta Unidad de Operaciones Internacionales o Unidad 910, que es el organismo de inteligencia de Hezbollah para contrarrestar las operaciones de inteligencia israelíes.
En otras palabras, la organización terrorista libanesa descubrió un agente doble entre sus filas, que manejaba un puesto clave, lo cual nos habla de la capacidad del Mossad de infiltrarse en la organización terrorista y manipularla. Este hecho, sumado a las posteriores declaraciones del Secretario General de Hezbollah, Hassan Nasrallah, al periódico libanés Al Monitor, en el cual clamaba que la organización tenía la capacidad militar de ocupar el norte de Israel en caso de una guerra, y que poseen sofisticados misiles iraníes Fateh 110, que permiten atacar a todo el Estado judío, pudo haber motivado la necesidad de atacar a Hezbollah como advertencia y recordatorio a del poder militar de Israel.
El gobierno de Israel dudaba de la capacidad de respuesta del Hezbollah y esto era un dato no menor, ya que en la actualidad la organización terrorista se encuentra inmersa en la guerra civil siria, que le consume la gran mayoría de sus recursos económicos y humanos, por lo tanto no estaría en condiciones al corto plazo de realizar un ataque que genera una confrontación abierta con Israel. Sin embargo, Hezbollah respondió al ataque israelí disparando dos misiles desde la frontera con El Líbano que se saldó con la vida de dos soldados israelíes. Aunque la agrupación terrorista no está en las mejores condiciones para afrontar un conflicto armado prolongado contra Israel, el hecho de no contestar a un ataque como el descripto hubiera colocado a Hezbollah en una situación de debilidad frente a sus enemigos y al resto del mundo árabe. Tampoco es posible pensar que Irán hubiera permitido que la muerte de un general de la Guardia Revolucionaria pasara desapercibido, lo cual también le dio a Hezbollah el apoyo necesario para proceder a atacar a Israel.
La situación que se vive es de máxima tensión, y el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, afirmó que Hezbollah pagaría el precio tras el ataque mencionado.

En Siria, la guerra civil continúa estancada y el régimen de Assad sigue enfrentándose contra la insurgencia, en la cual la influencia del extremismo islámico se ha extendido estrepitosamente con el éxito del ISIS. Esta misma organización, surgida de lo que fue antes la rama Al Qaeda en Iraq, ha logrado redefinir la imagen de jihadismo en el mundo. Las atrocidades que cometieron en Siria e Iraq le valieron la condena internacional y la oposición armada tanto del resto de los países de la región como los kurdos e incluso otras organizaciones jihadistas espantadas por la extrema violencia del ISIS.
Los kurdos han logrado expulsar al ISIS de Kobani, un pueblo ubicado en la frontera entre Siria y Turquía. Esto representa la primera derrota significativa del ISIS a manos de una milicia experimentada como son los Peshmerga y otras agrupaciones kurdas. El ISIS logró lo que ningún político kurdo había conseguido antes: la unificación de las distintas facciones kurdas de Turquía, Siria e Iraq contra un enemigo en común y el establecimiento de facto de control de territorio con mayoría kurda en Siria e Iraq. A largo plazo, esto podría derivar en un serio problema para los mencionados países, ya que una vez finalizado el conflicto podría desencadenarse con mayor virulencia el anhelado propósito de establecer el Kurdistán.

Por otro lado, en Arabia Saudita se viven momentos de incertidumbre. Tras la muerte del rey Abdullah, ascendió al trono Salman, conocido como un moderado que ayudó a modernizar la ciudad de Riad y es visto como muy cercano a Estados Unidos. En tiempos en los cuales el precio del petróleo ha bajado en parte por la presión que Arabia Saudita ejerció sobre la OPEP, habrá que esperar si el nuevo rey continúa en la misma línea.
También va a haber que estar atentos a qué ocurre con la política exterior hacia Siria, ya que si bien el rey Abdullah mantenía una política de agresividad hacia el régimen sirio apoyando a grupos insurgentes con el objetivo de contrarrestar la influencia de Irán, el nuevo monarca saudí no tiene la animosidad personal que tenía el rey anterior hacia el régimen de Bashar al Assad. También es muy probable que Salman prosiga con la política de modernización del reino y la expansión de su influencia. El nuevo monarca tiene un desafío muy difícil por delante ya que debe lidiar entre la influencia wahabita del clero ultraconservador del reino, que impone la policía religiosa y la aplicación más extrema de la Sharia (ley islámica), y por otro lado la necesidad de acercarse a Occidente por otro medio que no sea el mayor commodity que posee y que es la clave de su geopolítica: el petróleo.

En Yemen, tras una rebelión de los chiitas houthis, cayó el gobierno sunita de Mansur Hadi, surgido luego de la Primavera Árabe de 2011 y aliado de EE.UU. La renuncia del presidente sólo agrega desestabilización a un país conocido por albergar numerosos elementos de Al Qaeda, quizás incluso a la rama más activa de la organización. Quien probablemente motivó la rebelión de los houthis contra el gobierno yemenita fue Irán, que en su estrategia de promover su poder regional ha logrado expandir su influencia hacia Iraq, Siria, en menor medida el Líbano, y ahora Yemen.

Irán continúa ejerciendo presión en el resto de los países árabes sunitas. Esta guerra fría que se vive entre la sunita Arabia Saudita y el chiita Irán representa justamente el verdadero conflicto religioso que se está viviendo en el mundo musulmán, en el cual dos maneras de ver y vivir la misma fe compiten agresivamente entre sí por dominio político. Algunos analistas asemejan el nivel de enfrentamientos entre el sunismo y el chiismo al conflicto entre católicos y protestantes durante la guerra de 30 años del siglo XVII, una guerra sangrienta librada en el seno de una misma religión en Europa. El costo humano de vidas y la toma de conciencia en ambos bandos de que no se iban a poder destruir el uno al otro, llevó en 1648 a la paz de Westfalia, pacto que además de ser la base de los futuros Estado-Nación, el respeto por la soberanía y el nacimiento de la diplomacia moderna, representó la primera muestra de tolerancia y aceptación entre distintas corrientes religiosas para una convivencia en común, o por lo menos la aceptación de la existencia de otro con creencia diferentes. Quizás algún día, por el bien del Islam, el sunismo y el chiismo puedan lograr su propia paz de Westalia.

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