Valparaíso: entre la resignación, el optimismo y la solidaridad

La urgencia ahora es resurgir de las cenizas, de la misma forma en que lo hizo la mitológica Ave Fénix. Así, y muy de a poco, los pobladores de Valparaíso fueron regresando durante la mañana a lo que hasta ayer habían sido sus casas. Y donde a partir de las 15.20 del mismo lunes sólo quedan escombros, maderas, chapas, hierros, cables y otros materiales (o restos de) calcinados.

Acompañados de Bomberos, Carabineros y voluntarios, los vecinos de Valparaíso regresaron con la idea de limpiar y hasta rescatar alguna que otra pertenencia, aunque esto último quedó sólo en esperanza. Son más de 150 las casas que se quemaron y los damnificados ascienden 400 (440 con heridos), muchos de ellos familias humildes que alcanzaron a salir de sus viviendas “con lo puesto” y perdieron todo lo demás.

“Cuando vi que se empezaba a quemar la casa, lo único que pude hacer fue salir con lo que tenía puesto. Anoche dormí en lo de un amigo que vive por aquí cerca, y esta mañana regresé con la idea de rescatar algo de lo que pudiese haberse salvado. Pero no quedó nada”, destacó Bernabé Osorio Mont (79), nacido en Valparaíso mientras descansaba en una silla ubicada frente a lo que era su casa.

En el lugar, junto a él, vivían 6 personas más. “Perdimos todo”, repetía el hombre una y otra vez, mirando el sitio en el que vivió durante 50 años. “Ahora hay que tirar para arriba, como se pueda. Hay que sobrevivir nomás”, agregó dejando un poco de lado la resignación.

Pese a lo desolador de la postal en este poblado de Valparaíso, fueron varios los lugareños que -del mismo modo que Bernabé- dejaron en claro que no bajarán los brazos. “¡Los chilenos somos más fuertes que cualquier tempestad!” arengó Ricardo, mientras quitaba palas y palas de escombros. Minutos antes, y con la camiseta de la selección chilena de fútbol cubriendo su torso, el hombre había hecho flamear una de las tantas banderas chilenas que adornaban las viviendas y habían sobrevivido a las llamas al infaltable grito de “¡Chi, Chi, Chi, le, le, le… ¡Viva Chile!”.

Si bien son muy comunes estos episodios en la parte alta de la ciudad portuaria de la V Región chilena, quienes allí viven no recuerdan un incendio de semejantes características desde 1983. Asimismo, la tragedia evidenció una vez más dos grandes problemas en la zona de los cerros porteños: la falta de un plan de viviendas -casi la totalidad de las casas están hechas con material “ligero” (madera, chapas y hasta cartón prensado)- y la riesgosa sociedad que se da cada año entre el verano y los incendios forestales.

Valparaíso, una ciudad que quedó reducida a cenizas

“Mi casa fue la primera que se quemó. Vivo con toda mi familia -7 personas- y justo había salido a hacer algunos repartos. Perdí todo, absolutamente todo. Me quedé con lo puesto. Anoche (por el lunes) me quedé en lo de mi hermano y esta mañana desde temprano estamos sacando escombros”, contó casi fuera de sí Juan Díaz, somo si todavía no terminara de asimilar lo que ocurrió.

Tanto quienes pasaron la noche en el albergue que la comuna habilitó en el Polideportivo de Playa Ancha (ubicado a unos kilómetros del punto) como aquellos que se quedaron en casas de amigos o familiares regresaron a la zona cero del incendio durante la mañana de ayer, incluso antes de que asomara el sol. Afortunadamente las condiciones climáticas contribuyeron a que las llamas no se reaviven, ya que pese a que el día estuvo caluroso, no hubo viento y esto permitió controlar la situación. En todo momento, aviones y helicópteros sobrevolaron la ladera del cerro para monitorear la situación.

“Ayer (lunes) hubo mucho viento y eso complicó las cosas. El incendio comenzó en el otro cerro y las ráfagas propagaron las llamas. Los incendios son muy comunes en estos lugares porque, desgraciadamente, la gente no sabe cuidar su metro cuadrado y hay mucha basura y vertederos. Entonces eso es lo primero que toman las llamas, y se suma que las casas son de material ligero”, destacó Juan Carlos Espinoza, de los Bomberos Voluntarios de Valparaíso. El lunes las primeras llamas se avivaron a las 15:20 y a las 16:30 ya estaban las dotaciones de bomberos en el lugar.

“Estaba con mi familia en la playa y de repente vi mucho humo en la parte alta. En eso me llamaron y me dijeron que se nos estaba quemando la casa. Me dio mucha desesperación por llegar aquí y cuando lo hicimos ya no había nada. Aquí vivía un amigo que es pescador y perdió todo, quedó la verdadera nada. En aquella otra casa vive una persona inválida y tampoco le quedó nada”, resaltó Mario Arias, otro de los damnificados.

Al igual que muchos vecinos, prefirió no mudarse por la noche al albergue ya que en la zona no faltan quienes se aprovechan de estos hechos y roban pertenencias ante la desesperación. “La ayuda se la hace uno mismo”, resaltó resignado.

Quienes trabajaban en el lugar durante la mañana de ayer calcularon que tenían al menos para 3 días más de trabajo, y entre carga y carga que retiraban y acopiaban en las calles no faltaron las arengas masivas (muchas surgieron naturalmente de los bomberos y vecinos). Algunas mujeres se encargaban de llevar de forma permanente vasos, botellas y bidones de agua a quienes trabajaban incansablemente, y una vecina no pudo evitar quebrarse emocionalmente al observar panorámicamente cómo había cambiado el paisaje en menos de 24 horas. “¡Esto es terrible!”, dijo llorando desconsoladamente mientras se abrazaba a su pareja.

Mientras esto ocurría en una de las calles de Puertas Negras, a cien metros otros 2 hombres llevaban en sus brazos a un pequeño perro que acababan de rescatar en el lugar, y que había estado debajo de los escombros desde que se inició el incendio.

“Estaba en mi casa con mi familia cuando vimos el fuego y salimos rápido. Sacamos la mayor cantidad de ropa que pudimos y nos fuimos”, rememoró Débora Sepúlveda (29). “El incendio se veía más arriba, yo estaba acá con mi señora y jamás imaginamos que fuera a llegar hasta acá. Nos fuimos los 2 apenas vimos las llamas y alcanzamos a sacar las garrafas”, agregó Carlos Osorio (63). “Es la primera vez que llega hasta acá un incendio, siempre afecta a las partes altas. Y anoche me quedé acá, porque es una zona peligrosa y no quería dejar la casa sola”, sintetizó.

Si bien se investigan las causas de este incendio en particular, cada verano la historia se repite en los cerros de Valparaíso y los incendios son moneda corriente. “Hay muchos piromaníacos, y también mucha gente que se va de camping a la zona de los bosques y hacen fogatas en zonas prohibidas”, contó Aldo

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